17/03/2017/El confidencial/AM
¿Alguna vez te has preguntado por qué acostumbramos a hacer el amor por la noche? El cómo y el cuándo del apareamiento de los animales suele tener una lógica detrás. En cambio, lo nuestro es más una cuestión de conveniencia. Estamos habituados a tener relaciones sexuales en el lugar más cómodo de la casa: la cama. Es difícil decirle que no a la intimidad de las sábanas, la suavidad de la almohada y la blandura del colchón. Y es por eso que el sexo suele suceder a la hora de acostarse.
Ya nos hemos quitado la ropa, lavado los dientes y recostado en posición horizontal: ahora y solo ahora la magia sucede. Si lo piensas bien, es una forma triste y aburrida de estructurar la vida sexual. Dejamos que la lógica económica del día a día decida por nosotros. En detrimento, claro está, de nuestros deseos carnales. Si queremos sacar el máximo provecho de nuestros encuentros sexuales, necesitamos liberarnos de estos horarios estrictos y abrazar el prometedor potencial del sexo en un momento mucho mejor del día: la mañana.
El sexo matutino es como zamparse una tarta de chocolate para el desayuno: sorprendentemente reconfortante. Además, disminuye los niveles de estrés (nos relaja para afrontar el día que comienza) y libera endorfinas que nos mantienen activos. Es como recibir los beneficios de una clase temprana de yoga y correr al mismo tiempo, y todo sin salir de la cama. Analizando la cuestión con frialdad, las mañanas pueden ser un momento mucho más lógico para el sexo. Por la noche, la gente coge la cama cansada y el sueño va en aumento. Por la mañana, en cambio, lo normal es despertarse con sueño y gradualmente aumentar tu nivel de energía
Antes de la iluminación artificial, la gente solía dormir en dos tandas diferenciadas. Iban a la cama dos horas después del anochecer, se despertaban durante las primeras horas de la madrugada y volvían a dormirse. En ese intermedio, la gente aprovechaba para pasar tiempo con su familia, leer y, algunos, para tener sexo. Un manual médico del siglo XVI aconsejaba a las parejas que el mejor momento para concebir no era al final de una larga jornada de trabajo, sino después del «primer sueño”: “Cuanto más disfruten, mejor lo harán”. Por lo tanto, no hay mejor forma de honrar la tradición que el sexo post-sueño o mañanero.
El trabajo entrometido
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El principal obstáculo para el sexo matutino es, cómo no, el trabajo. Con el fin de acabar con la monotonía de la vida sexual, Molly, madre de tres hijos, aceptó el reto de tener sexo cada mañana durante una semana y contó su experiencia en la web ‘Prevention’. Ella es trasnochadora como la que más, pues se quedaría hasta las 11 en los brazos de Morfeo de no ser porque tiene que ir al trabajo. No todo va a ser fácil: en este mundo de horarios, preocupaciones y responsabilidades, lo más normal es que si quieres un revolcón por la mañana, tengas que levantarte antes.
Si quieres tener tiempo a solas con tu pareja y anticiparte al caos matutino de tus hijos, tendrás que levantarte antes (es el precio que has de pagar)
El lunes Molly puso el despertador una hora antes para acudir a su cita con la lujuria matutina. Sí, no es lo más espontáneo ni sexy eso del despertador, pero si quieres tener tiempo a solas y anticiparte al caos de tus tres hijos, es el precio que has de pagar. Uno de los argumentos más utilizados en contra del erotismo temprano es que la gente suele sentirse poco atractiva recién despertada. Lo mismo le pasó a Molly, que inmediatamente se lavó los dientes, se peinó e incluso se puso algo de crema hidratante. Acto seguido, despertó a su marido con el mejor de los saludos y terminaron su primer encuentro sexual antes de que despertase la marabunta de gritos, llantos y bocas que alimentar.
La libido, en auge
A primera hora de la mañana, el cuerpo de los hombres pide sexo a gritos. Se trata de una especie de ganas inconscientes derivadas de la testosterona, cuyos niveles están a tope recién levantados. Fue el caso del marido de Molly a la mañana siguiente. La fogosidad de su compañero, junto con la urgencia de la situación (la posibilidad de ser descubiertos) hizo que el sexo fuese especialmente memorable.
No todos los días fueron tan épicos para Molly. Los e-mails del trabajo y las llamadas de su jefe interrupieron su nueva rutina sexual. La realidad, a veces, te pone en tu sitio. El resto de días en los que sí hubo tiempo, Molly admite que acudió a su puesto con una sonrisa de oreja a oreja. Tan evidente debía ser que incluso sus compañeros le preguntaron qué le pasaba para estar tan contenta.
Si durante el fin de semana tenían que madrugar para dejar a los niños en partidos, cumpleaños o entrenamientos, volvían a la casa para cumplir con el desafío. Probaron en la ducha y no les fue tan bien (quizá deberían haber seguido estos consejos). Lo que está claro, es que este experimento estimuló su interés por el sexo. En su caso, con tantas obligaciones, no es realista planear tenerlo cada mañana, pero sí es algo digno de incluir en el repertorio de vez en cuando para mantener viva la llama y escapar de la monotonía entre las sábanas.
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