04/05/2017/BBC Mundo
Olvida por un instante la polémica por el muro con México o las deportaciones de inmigrantes: la mayor prueba para la relación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con América Latina pasa hoy por la crisis de Venezuela, aseguran expertos.
En medio de un caos económico y político, tras un mes de protestas antigubernamentales que fueron reprimidas y dejaron una treintena de muertos, Venezuela plantea la primera gran emergencia en la región desde que Trump asumió en enero.
Los analistas creen que la disyuntiva ante la crisis venezolana es clara para Trump: actuar unilateralmente, haciendo gala de su enfoque que pone a «EE.UU. primero», o negociar una respuesta con gobiernos latinoamericanos, que lo miran con cierto recelo.
Algunas señales sugieren que, por ahora, Washington apuesta a la segunda vía, con el Departamento de Estado diciendo este martes que discutirá con países de la región la aplicación de «sanciones coordinadas» a Venezuela.
Pero EE.UU. también podría establecer sanciones unilaterales al gobierno de Nicolás Maduro tras su anuncio de que intentará cambiar la Constitución venezolana a través de una Asamblea Nacional Constituyente, advirtió el subsecretario de Estado adjunto para asuntos hemisféricos, Michael Fitzpatrick.
Lo que ocurra en definitiva moldearía para mejor o peor el vínculo de Trump con Latinoamérica, prevén especialistas, incluso más que asuntos más domésticos como la inmigración o la idea de levantar un muro fronterizo con México.
Venezuela «es el test para la administración Trump de cómo responder a una crisis más profunda en las Américas», dice Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un centro de análisis regional con sede en Washington, en declaraciones BBC Mundo.
«Basta un tuit»
El comentario público más reciente de Trump sobre la crisis venezolana data del jueves pasado, cuando dijo en la Casa Blanca al recibir a su par argentino Mauricio Macri que «Venezuela es un desastre».
Su administración ya mostró firmeza con el gobierno de Maduro en febrero, acusando de narcotráfico al vicepresidente Tareck El Aissami y congelando sus activos en Estados Unidos.
Maduro reaccionó entonces pidiendo una retractación de Washington y afirmando que había un ataque a la «revolución» socialista iniciada por el fallecido presidente Hugo Chávez.
Los dos países han estado mutuamente sin embajadores desde 2010 y han pasado por varios momentos de tensión política e ideológica.
Shifter espera que el gobierno de Trump aplique más sanciones contra funcionarios venezolanos, pero duda que tenga «una estrategia bien pensada» para ese país.
«Esta administración debería evitar la tentación de una opción unilateral, de intervencionismo», dice.
«En un momento en que los otros países están asumiendo una postura más unida y más firme contra Venezuela, no es cuando EE.UU. debería salir con medidas de castigo al país, sanciones económicas y ni hablar de una cosa más militar, porque eso correría el riesgo de dividir a América Latina con la administración Trump», agrega el analista.
João Augusto de Castro Neves, analista para América Latina de la consultora Eurasia, con sede en Washington, sostiene que «el gobierno de Trump todavía es muy inexperto y un poco imprevisible en política externa, y hay riesgos de que erre en la estrategia o el tono con Venezuela».
«La solución tiene que ser más una acción conjunta con otros países», señala. «Eso es posible, ya que Venezuela anunció su salida de la Organización de Estados Americanos (OEA) y eso tiende a colocar a la mayoría de los países de la región del mismo lado, con el agravamiento de la crisis».
«El problema es que basta un tuit de Trump para desandar todo esto. Todavía no hay una estructura fuerte en el Departamento de Estado para lidiar con América Latina y eso es un riesgo», agrega Neves en diálogo con BBC Mundo.
¿Doble vara?
Fitzpatrick, el diplomático del Departamento de Estado que este martes habló de Venezuela, sostuvo que EE.UU. está consultando con países latinoamericanos y a través de la OEA para desarrollar un «enfoque regional» en respuesta al gobierno de Maduro.
«El problema de Venezuela no es con Estados Unidos; francamente el régimen tiene problemas con su propio pueblo», afirmó durante una conferencia de prensa telefónica.
Sin embargo, también dijo que la convocatoria a una Asamblea Constituye realizada por Maduro el lunes «erosiona aún más la democracia venezolana» y podría darle a EE.UU. «nuevas razones para considerar sanciones individualizadas adicionales» en ese país.
Javier Corrales, un profesor de ciencias políticas en Amherst College de Massachusetts, EE.UU., que enseña sobre las relaciones entre América Latina y EE.UU., sostiene que una respuesta unilateral demasiado firme de Trump podría tener un efecto contrario al esperado.
«Hacer que Venezuela pueda decir que ellos están en una guerra, no contra la ciudadanía sino contra el imperio: ese sería un favor que le haría Estados Unidos al gobierno de Maduro», indica Corrales a BBC Mundo.
Otro riesgo señalado por los analistas es que Trump sea acusado de tener una doble vara para tratar con regímenes criticados por atropellos a los derechos humanos, y pierda legitimidad para hablar de la crisis venezolana.
Según informó su propio gobierno, Trump telefoneó el sábado y mantuvo «una conversación muy amistosa» con su homólogo filipino, Rodrigo Duterte, invitándolo a visitar la Casa Blanca.
Duterte está acusado de autoritarismo y de impulsar ejecuciones extrajudiciales masivas de personas presuntamente vinculadas a las drogas.
«Si Trump va a invitar a esa gente a la Casa Blanca y va a celebrar su relación con ellos mientras asume una posición más dura respecto a Venezuela por violaciones a derechos humanos y autoritarismo», advierte Shifter, «eso le quita credibilidad a Estados Unidos».
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