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Los asnos de Gaza, una ayuda vital en tiempos de guerra

26/11/2024/AFP

La vida de Amina Abu Maghasib depende del asno que tira del carro con el que ofrece transporte a los habitantes de la Franja Gaza, destruida por la guerra y donde el combustible es escaso y caro.

«Antes de la guerra, vendía leche y yogur, y la lechería venía a recoger la leche a mi casa», dice con las riendas en una mano y un palo de goma en la otra, maniobrando con su carro por las calles de Deir al-Balah, en el centro del territorio palestino.

«Ahora no tengo otra fuente de ingresos que este burro y este carro», dice sentada en su vehículo, hecho de tablas de madera unidas con metal, montadas sobre cuatro ruedas de automóvil.

Los carros tirados por burros ya eran muy comunes en la Franja de Gaza antes de la guerra entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás. Pero debido a la destrucción y a la falta de combustible se han vuelto omnipresentes.

Un grupo de gazatíes que huyen de los combates llegan a Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza, el 12 de noviembre de 2024 (Omar AL-QATTAA)
Un grupo de gazatíes que huyen de los combates llegan a Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza, el 12 de noviembre de 2024 (Omar AL-QATTAA) (Omar AL-QATTAA/AFP/AFP)

Pueden servir como medio de transporte público, fuente de ingresos o, cuando los combates se acercan, para huir.

Marwa Yess los usa para viajar con su familia.

«Pago 20 séqueles [5,5 dólares] para un carro que me lleve de Deir al-Balah a Nuseirat. El precio es escandaloso pero dadas las circunstancias todo parece razonable», dice a la AFP.

«Al comienzo de la guerra me daba vergüenza subirme a un carro tirado por un burro, pero ahora no hay otra opción», explica esta maestra, madre de tres hijos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en agosto pasado el 43% de los animales de trabajo en Gaza, una categoría que incluye burros, caballos y mulas, había muerto por la guerra. En esa fecha solo seguían vivos 2.627.

Además de los 2.500 séqueles [unos 680 dólares] para comprar un arnés, Amina Abu Maghasib también tiene que pagar el forraje, cuyo precio se ha disparado, como el de la comida para los humanos.

Sus clientes pagan unas monedas para subirse al carro y gracias a ello gana unos 20 séqueles al día.

«Compré este burro a crédito. El primero murió en Deir el-Balah durante la guerra, alcanzado por metralla», recuerda.

Abdel Misbah, un hombre de 32 años que tuvo que desplazarse con su familia de la Ciudad de Gaza al sur de la Franja, también se ha convertido en carretero.

Dos asnos en una clínica veterinaria improvisada en el campo de desplazados de Deir el-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, el 30 de septiembre de 2024 (Eyad BABA)
Dos asnos en una clínica veterinaria improvisada en el campo de desplazados de Deir el-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, el 30 de septiembre de 2024 (Eyad BABA) (Eyad BABA/AFP/AFP)

«Antes de la guerra vendía verduras en un carro. Ahora trabajo en entregas», dice. «Me aseguro de alimentarlo bien, aunque el precio de la cebada ha aumentado de tres a 50 séqueles» por bolsa, unos 13 dólares.

Desde que Israel impuso un asedio total a Gaza cuando empezó la guerra contra el movimiento palestino Hamás, en octubre del año pasado, la distribución de alimentos se ha convertido en un dolor de cabeza.

A los combates se suman los desplazamientos frecuentes de población, la escasez de combustible, las carreteras cortadas y los saqueos.

El asno de Yusef Mohamad, un palestino desplazado de 23 años, se ha convertido en el «salvavidas» de su familia.

Carros tirados por burros en Al Zawayda, en el centro de la Franja de Gaza, el 20 de noviembre de 2024 (Bashar TALEB)
Carros tirados por burros en Al Zawayda, en el centro de la Franja de Gaza, el 20 de noviembre de 2024 (Bashar TALEB) (Bashar TALEB/AFP/AFP)

«Cuando comenzó la guerra, los precios de los viajes en automóvil eran demasiado altos. No tuve más remedio que confiar en mi burro. Gracias a Dios que él estaba allí cuando tuvimos que evacuar», dice.

A sus 62 años, Hosni Abu Warda también tuvo que recurrir a este medio de transporte tradicional para huir cuando su casa fue destruida durante una operación militar israelí en Jabaliya, una ciudad del norte de la Franja.

Tras esperar 14 horas que llegara un carro, finalmente pudo subirse a uno con su familia, «apretados como sardinas». Ahora, dice, «un burro es más precioso que el oro e incluso más precioso que un automóvil moderno».

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