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A la espera del fin: el día a día de los condenados a muerte en la cárcel de San Quentin

19/01/2016/Robert Galvan, uno de los presos del corredor de la muerte / REUTERS/Stephen Lam

Alrededor de 750 de sus presos, entre asesinos en serie y maniacos, están condenados a muerte y pese a que desde hace 10 años nadie ha sido ejecutado, es probable que las inyecciones letales comiencen a usarse de nuevo.

La prisión estatal de San Quentin en el estado de California (EE.UU.) es una de las más conocidas en los Estados Unidos, principalmente porque alrededor de 750 de sus presos, entre asesinos en serie, maniacos y ladrones, están condenados a muerte. Sin embargo, han pasado 10 años desde la última ejecución y de acuerdo con las estadísticas la mayoría de los condenados que hacen parte del llamado ‘corredor de la muerte’ han fallecido por vejez o tras suicidarse, relata el periodista Scott Shafer para el portal ‘KQED’.

En el año 2006, el juez federal Jeremy Fogel suspendió las ejecuciones, tras considerarse que la inyección letal posiblemente causaba sufrimiento y dolor a los condenados. No obstante, se especula que próximamente será aprobado un nuevo método que ponga en marcha de nuevo las ejecuciones en el penal, situación que coincidió con la decisión del Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California de permitir el acceso a varios periodistas al interior de su sección más restringida.

En el corredor de la muerte se respira un aire diferente: con 520 celdas individuales, el movimiento de los presos en su interior es más restringido que en el resto de San Quentin. Siempre están escoltados durante sus recorridos, también en las sesiones de psicoterapia, e incluso en sus actividades al aire libre en donde permanecen en jaulas rectangulares aislados entre sí, señala Shafer.

«Vi hombres tendidos en sus camas leyendo, escribiendo o viendo televisión. Algunos bromeaban con el personal mientras caminaban por el corredor. Otros gritaban, quejándose de las condiciones (…) Es comprensible que muchos de los hombres no estén interesados en hablar con los periodistas», aseguró el columnista.

Frente a la posibilidad de reanudar las ejecuciones, muchos se niegan a aceptarlo, otros lo ven como algo poco probable, mientras que algunos las esperan con impaciencia pues prefieren poner fin a su espera que continuar encerrados durante 20 o 30 años. «Esto no es vivir, es solo existir. No es nada. Sin emociones no hay vida y después de tanto tiempo te vuelves insensible a ella»,  afirmó Raymond Lewis, quien fue enviado al corredor de la muerte en 1991.

 

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