28/10/2025/Victor Gómez, El Crepuscular/Yahoo/DFSUD/DW
Fuerzas, alianzas y escenarios de respuesta
En un continente donde la geopolítica y la historia regional se entrecruzan con tensiones globales, la pregunta sobre quién defendería a Venezuela ante un eventual ataque adquiere dimensiones militares, diplomáticas y sociales. Este reportaje explora los elementos reales y las contradicciones de la defensa venezolana: su estructura militar, recursos disponibles, redes de apoyo internacional y los escenarios más plausibles de respuesta ante una agresión externa.
La columna vertebral: la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)
La FANB es el primer y principal actor en cualquier contingencia bélica. Agrupa al Ejército, la Armada, la Aviación, la Guardia Nacional y cuerpos especiales, y se organiza bajo una doctrina que mezcla defensa territorial convencional y contramedidas de guerra asimétrica.
Capacidades clave: unidades blindadas, artillería, helicópteros de transporte y ataque, cazas Su-30 en la aviación de combate, sistemas antiaéreos de diversa procedencia y capacidades navales limitadas en relación con potencias regionales.
Entrenamiento y doctrina: énfasis en defensa territorial, control de fronteras y operaciones internas; adopción de tácticas de resistencia popular y defensa distribuida para mitigar superioridad tecnológica del adversario.
Limitaciones: envejecimiento de plataformas, problemas logísticos y presupuestarios, mantenimiento dependiente de suministros externos, y carencias en guerra electrónica y vigilancia marítima de alta complejidad.
La FANB sería la fuerza que asumiría la primera línea de defensa operativa y simbólica frente a cualquier agresión directa.
Las milicias y la defensa popular: complemento operativo y político
Desde la creación de la Milicia Bolivariana, el enfoque venezolano incluye una fuerza civil organizada para apoyo logístico, control territorial y acciones de baja intensidad. Esta estructura cumple tres funciones principales:
Expandir la huella de seguridad en comunidades y zonas rurales, dificultando la ocupación rápida de espacios por fuerzas adversarias.
Proveer resistencia sostenida en escenarios de guerra irregular mediante redes locales de suministros, información y apoyo logístico.
Actuar como elemento de legitimidad política interno, al integrar sectores civiles en la narrativa de defensa nacional.
Si bien la milicia amplía la capacidad de resistencia, no sustituye capacidades profesionales en sistemas de armas complejos ni en operaciones conjuntas de alta intensidad.
Apoyos internacionales: aliados potenciales y límites reales
En términos diplomáticos y materiales, Venezuela ha cultivado relaciones con potencias que podrían ofrecer apoyo en distintos grados.
Rusia: suministros de armamento, repuestos, entrenamiento y asistencia técnica han sido recurrentes. En caso de crisis, Rusia podría ofrecer respaldo político y suministro limitado de material, aunque el envío de fuerzas directas sería una decisión de alto costo geopolítico y no automático.
China: apoyo diplomático y cooperación tecnológica más orientada a sanciones económicas y respaldo en foros internacionales; su intervención militar directa es altamente improbable.
Irán, Cuba y otros aliados regionales: pueden ofrecer cooperación logística, asesoramiento técnico o personal especializado, pero su capacidad para cambiar el balance en una agresión convencional es reducida.
Importante: el apoyo extranjero está condicionado por intereses estratégicos, costos diplomáticos y la evaluación de riesgos de escalada internacional; no hay garantía de intervención militar directa por parte de aliados.
La vía diplomática y el sistema internacional
Ante una agresión, la respuesta venezolana no sería únicamente militar; la diplomacia jugaría un papel central:
Foro multilateral: apelaciones a la ONU, Organización de Estados Americanos y bloques regionales para denunciar la agresión y buscar resoluciones internacionales.
Alianzas y sanciones: uso de relaciones con potencias y bloques para aislar diplomáticamente al agresor y activar mecanismos de presión económica o política.
Narrativa y legitimidad: movilización de organismos de derechos humanos, medios internacionales y redes diplomáticas para construir una narrativa que favorezca la condena global de la agresión.
La efectividad de la vía diplomática depende de la rapidez de la movilización, la credibilidad de las pruebas y la disposición de actores clave a intervenir políticamente.
Escenarios plausibles de defensa y sus riesgos
Conflicto limitado o incursión puntual: la FANB y fuerzas locales podrían contener, con altos costos humanos y materiales, mientras la diplomacia busca desescalar. Riesgo de tensiones prolongadas y problemas humanitarios.
Guerra asimétrica prolongada: uso intensivo de milicias, defensa distribuida y sabotaje; escenario con costos civiles elevados y erosión de infraestructura.
Intervención multilaterial: si un bloque internacional decidiera intervenir, la defensa venezolana dependería de alianzas estratégicas y capacidad de contención; el riesgo de escalada regional y daños colaterales sería significativo.
Cada escenario presenta riesgos jurídicos, humanitarios y económicos que complican la mera evaluación militar.
Conclusión: defensa entre armas, aliados y sociedad
En términos prácticos, quien defendería a Venezuela ante un ataque sería, en primer lugar, la FANB con el apoyo operativo y logístico de la Milicia Bolivariana y organismos del Estado. En segundo término, la defensa se apoyaría en redes diplomáticas y en la posibilidad de recibir asistencia técnica y material de aliados como Rusia y, en menor medida, China e Irán. Sin embargo, la capacidad de resistir eficazmente no sólo depende de arsenales y alianzas, sino también del mantenimiento, la logística, la legitimidad internacional y el costo político y humano que una confrontación implicaría para todos los actores.
Una defensa eficaz en el siglo XXI es híbrida: armas y doctrina, sí; pero también diplomacia, resiliencia civil y estrategias para minimizar costos humanitarios. Cualquier evaluación debe mantener en cuenta que la guerra no solo se gana en los frentes, sino también en las salas de negociación y en la capacidad de sostener al país en el día después.





















































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