21/07/2016/RT
El acto no es visto por los ancianos de una pequeña localidad de Malawi como una violación, sino como un ritual de «limpieza» sexual.
En algunas regiones remotas del sur de Malawi es tradición que los padres paguen a un hombre, que posee el título de «hiena», para que tengan relaciones sexuales con su hija una vez que esta tiene su primera menstruación con el objetivo de marcar su paso de niña a mujer, escribe el columnista Ed Butler en la BBC. Existe la creencia de que si las menores se niegan, la enfermedad o alguna desgracia fatal afectará al conjunto de su familia o al pueblo en su conjunto.
Este acto no es visto por los ancianos del pueblo como una violación, sino como un ritual de ‘limpieza’ sexual. Se trata de la etapa final de un proceso que se lleva a cabo en campamentos anuales donde se enseña a las niñas cómo ser buenas esposas. Sin embargo, la realidad es que constituye una forma de propagación de enfermedades.
«La mayoría de las chicas con las que he dormido son niñas que van a la escuela», explica Eric Aniva, el ‘hiena’ de un pueblo del distrito de Nsanje. «Algunas tienen 12 o 13 años, pero las prefiero mayores. Todas esas chicas encuentran placer en tenerme como su ‘hiena’. En realidad están orgullosas y le cuentan a la gente que este hombre es un hombre de verdad, que sabe cómo complacer a una mujer», añade.
Aniva, que parece rondar los 40 años, afirma haber dormido con 104 niñas y mujeres, aunque indica que tiene la sensación de haber perdido la cuenta hace mucho tiempo, y no sabe a cuántas de ellas ha dejado embarazadas.
Según la costumbre, el sexo con la ‘hiena’ nunca debe ser realizado con preservativo, ya que se parte de la base de que el trabajador sexual es escogido por sus buenas costumbres y que, por tanto, no puede estar infectado con el VIH. Tras ser preguntado, Aniva responde que sí tiene sida, aunque reconoce que es una información que no comunica a los padres de una niña cuando le contratan. La ONU estima que uno de cada diez habitantes de Malawi es portador del virus de la inmunodeficiencia humana.
«Tenía que hacerlo por mis padres»
Butler cuenta que pese a los alardes de Aniva, varias jóvenes con las que se encontró en un pueblo cercano muestran su aversión a la dura prueba que se han visto obligadas a pasar. «No había nada que pudiera hacer. Tenía que hacerlo por el bien de mis padres. Si me hubiese negado, los miembros de mi familia podrían ser atacados por enfermedades e incluso por la muerte. Estaba asustada», explica María, añadiendo que todas sus amigas han pasado el trance de tener sexo con una ‘hiena’.
A estos trabajadores sexuales se les paga entre 4 y 7 dólares por cada acto. Asimismo, aplican sus servicios igualmente a las mujeres viudas antes de enterrar a su marido y a las mujeres que han sufrido un aborto, entre otros casos.
«No hay nada malo en nuestra cultura», afirma Chrissie, una de las mujeres-guardianes de esta tradición de iniciación en su localidad. «Si nos fijamos en la sociedad de hoy en día, se puede ver que las niñas no son responsables. Por eso tenemos que entrenar a nuestras chicas en el pueblo, para que no se pierdan y sean buenas esposas, para que el marido esté satisfecho y para que nada malo le suceda a sus familias», sentencia.
[staff_social]
Deja una respuesta