07/06/2016/
Uno de los edificios más representativos de Tokio, la Nakagin Capsule Tower, ha quedado deshabitado. Pese a constituir un hito arquitectónico de la década de 1970, puede acabar siendo demolido.
La torre de cápsulas Nakagin, conocida mundialmente por su nombre en inglés (Nakagin Capsule Tower) y construida en 1972, es un ejemplo único del movimiento arquitectónico del metabolismo, opuesto al funcionalismo expandido rápidamente durante todo el siglo pasado.
De color oscuro y poco atractivo, el edificio consta de 144 módulos o cápsulas con dimensiones fijas: 2,3 por 3,8 por 2,1 metros. Estos están concentrados en torno a dos pilones portantes en distintas combinaciones y están comunicados entre sí. Solo cuatro pernos mantienen cada módulo sujetado a su respectivo pilón.
La idea original del arquitecto, Kisho Kurokawa, era cambiar las cápsulas cada 20 años y de esta manera darle flexibilidad al edificio con objeto de que permaneciera en pie al menos dos siglos. Pero ello nunca se hizo factible y sus paredes exteriores se han ido deteriorando inexorablemente.
El descontento de los propietarios de las viviendas del edificio ha ido creciendo debido a las reducidas dimensiones de su espacio vital, a la incomodidad de contar con una gran ventana circular sobre la cama y al vetusto mobiliario empotrado. Según la revista ‘Esquire’, los vecinos estaban preocupados también por la alta presencia de asbesto en las paredes. En 2007 la mayoría de los residentes votó a favor de demoler el edificio.
Entonces, el arquitecto propuso un plan para salvar la creación a través de una reconstrucción. Lo apoyaron el Instituto de Arquitectura de Japón y las principales asociaciones profesionales, pero el proyecto resultó demasiado costoso y las obras ni siquiera han comenzado en los casi diez años transcurridos desde entonces.
Solo 30 cápsulas de las 144 disponibles están ocupadas actualmente por viviendas. El resto están abandonadas o son utilizadas como trasteros o pequeños almacenes. El alquiler mensual de cada uno de estos pequeños módulos cuesta unos 60.000 yenes (más de 550 dólares) y eso que los diminutos cuartos del baño existentes no cuentan ni siquiera con agua caliente.
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