19/05/2016/EFE/AJV
La escritora de origen chileno Carmen Aguirre, quien relata en su último libro la violación que sufrió de niña en Canadá, dijo hoy en la ciudad australiana de Sídney que sintió compasión al encontrarse con su agresor 33 años después.
Aguirre, una de las invitadas al Festival de Escritores de Sídney que se celebra del 16 al 22 de mayo, publicó este año «Mexican Hooker #1» (Random House), un libro de memorias escrito en inglés sobre su traumática experiencia y el camino recorrido para liberarse del yugo de la culpa y la vergüenza.
La autora y actriz de teatro, residente en Vancouver (Canadá), también escribió en 2012 «Something Fierce: Memoirs of a Revolutionary Daughter», sobre su etapa como militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno.
Aguirre, que desde pequeña vive en el exilio en Canadá junto a su familia, fue una de las centenares de víctimas de John Horace Oughton, un violador en serie que fue condenado en 1987 a prisión, sin una fecha de salida, aunque con derecho a pedir la libertad condicional cada dos años.
En «Mexican Hooker #1» cuenta este trágico incidente ocurrido cuando tenía 13 años, que la unió de por vida a su agresor porque éste «estuvo presente siempre, en todos los dormitorios, en todas las relaciones íntimas y es algo con lo que siempre voy a tener que lidiar», dijo a Efe la escritora.
Aguirre se mostró complacida de haber podido conocerse a sí misma en el camino y ahora puede dominar las secuelas fisiológicas que ha tenido ese incidente en su vida íntima.
Si «tengo un pensamiento o mi cuerpo reacciona de cierta forma, sé de donde viene. Sé que si respiro un momento, va a pasar, y que no tiene que tener tanto poder sobre mi esa situación», explica.
Pero ese proceso de reconciliación consigo misma ha pasado por muchas etapas desde que la culpa y la vergüenza dominaron su adolescencia hasta el desarrollo de un sentimiento de compasión por su agresor, un psicópata sin capacidad de sentir remordimiento.
La actriz y dramaturga cuenta que 33 años después de la violación fue a la cárcel con otra de las víctimas, que se ha vuelto una amiga íntima, a conocer a su violador.
«Quería conocerlo y mirarle a los ojos porque cuando me violó a mí, como a las demás, me tapó los ojos, me vendó la cara con mi blusa», dijo al explicar que no pudo acudir al juicio de este hombre porque se extraviaron las evidencias de su violación.
«Al final lo que más siento por él es compasión y eso es lo que me libera a mí, porque si bien puedes odiar al tipo y sentir rabia, al tipo no le importa (..). La compasión que yo siento por él no tiene nada que ver con él sino conmigo, y realmente para ser feliz realmente necesitas sentir compasión», acotó.
Aguirre considera que hablar de la violación servirá para abrir un espacio de diálogo y derribar este tabú, pero considera que es una de las tantas luchas que tiene como persona comprometida con diferentes frentes sociales, políticos y ambientales.
La escritora y su familia, estrechamente vinculada al MIR, vive en el exilio desde el golpe de Estado de 1973 que dio inicio a la dictadura de Augusto Pinochet, que se extendió hasta 1990 y que mató a más de 3.000 personas a manos de agentes estatales, mientras otras 33.000 fueron torturadas y encarceladas por causas políticas.
Para Aguirre, la actuación del MIR, una guerrilla de izquierda que luchó con las armas contra el régimen de Pinochet, fue necesaria en «un momento histórico en el que la vía pacífica del socialismo no era viable y el pueblo tenía que armarse para defenderse de los militares» y luchar «contra una de las dictaduras más represivas del mundo».
Con esas palabras, la escritora y militante chilena se desmarca del apelativo «terrorista», al considerar que éstos «matan a civiles» como lo hicieron o lo hacen la organización maoísta Sendero Luminoso, en Perú, o el Estado Islámico (EI).
En una reflexión sobre la militancia a través del tiempo, Aguirre admite que su constante autocrítica ha contribuido a darse cuenta que en décadas pasadas su ideología se centraba en luchar por obtener el poder del Estado para imponer un régimen socialista pensando en que las otras reivindicaciones vendrían después.
«Se ha comprobado que no es así. La verdad es que tenemos que hacer todo al mismo tiempo, cambiar la sociedad a nivel de socialismo, pero al mismo tiempo luchar en contra del machismo, racismo, sexismo, la homofobia, etcétera y por supuesto por el medio ambiente».
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