11/02/2017/EFE / LR
Dragones, tambores, kung-fu y bailarinas: algunos de los elementos más representativos de la cultura china tradicional se unen para celebrar el Festival de las Linternas, que marca hoy el fin de dos semanas de festejos del Año Nuevo lunar.
Esta celebración, que data de hace más de dos mil años, llega a todos los lugares de China y cuenta como estrella con las «huadeng», linternas esféricas de color rojo, que representan la buena suerte y se han consolidado como uno de los símbolos chinos más reconocibles a nivel internacional.
Estos farolillos, tradicionalmente de papel, decoran los templos, pero también avenidas, plazas, parques y hasta carreteras para despedir las celebraciones del Año Nuevo chino, que arrancan con la luna nueva y terminan catorce días después con la llegada de la primera luna llena del calendario.
La gastronomía, como en la mayoría de festividades del país, tiene un papel importante entre las costumbres del Festival de las Linternas: son típicas de estas fechas unas pequeñas albóndigas dulces llamadas «yuanxiao» -el mismo nombre en chino que el del Festival-, hechas con harina de arroz glutinoso y rellenas de pasta de judías, azúcar o frutos secos.
En las partes más meridionales de China, aparte de tener más variedad en el relleno -no solo son dulces, sino que pueden estar rellenas de carne y verduras- su nombre cambia a «tangyuan», cuya pronunciación es similar a la palabra que en mandarín significa reunión, por lo que tradicionalmente estas bolitas evocan la unión familiar y la felicidad.
Este fin de semana sirve para despedir el ambiente festivo de los últimos días y, con ello, se sirven los últimos banquetes familiares y se lanzan los últimos fuegos artificiales.
Así es como amanecía esta mañana la pequeña ciudad de Yuxian, de algo menos de 250.000 habitantes y situada en la provincia nororiental de Hebei, que entre petardos y tambores anunciaba el gran desfile que iba a celebrarse en la plaza principal.
En medio de una gran expectación, algunos miles de personas, agolpadas en los límites marcados por las autoridades y armadas con móviles y cámaras de fotos, vitoreaban a los artistas que iban pasando por las avenidas circundantes.
Los percusionistas, hombres y mujeres de todas las edades, iban abriendo el paso a ritmo de bombo y platillo a las bailarinas que, ataviadas con trajes de tela brillante y colores vivos, meneaban sus abanicos y sonreían al público.
Al poco, un grupo de jóvenes aprendices de kung-fu pertenecientes a una escuela local atrae las miradas de los presentes a base de piruetas, gritos y series de movimientos ejecutadas con precisión.
También desfilan personajes satíricos con dientes postizos y collares de guindillas, artistas que mantienen el equilibrio sobre zancos y hombres que llevan a niñas pequeñas en una tabla de madera que colocan sobre sus hombros, como si de una virgen en una procesión se tratara.
Como no puede ser de otra manera, los animales tienen un lugar destacado en el desfile: niños montados en burros de tela, un rey mono con un par de pequeños discípulos y mujeres mayores disfrazadas de gallo, símbolo del nuevo año lunar al que hoy terminan de dar la bienvenida.
Sin embargo, toda la atención se la lleva el animal más icónico de la mitología china, el dragón. En grupos de dos, unos jóvenes mueven representaciones peludas de este legendario animal, que juguetean entre ellos y bailan al ritmo que le marcan los tambores.
Detrás de ellos llegan dos grandes dragones de papel, uno rojo (simboliza la buena suerte y la alegría) y otro amarillo (el color de los emperadores), de forma alargada y llevados en palos por grupos de unos quince jóvenes, que danzan, saltan y entrelazan a los animales para deleite de los espectadores.
El desfile llega a su fin pero al día grande del Festival de las Linternas aún le quedan sorpresas: la última gran noche festiva del Año Nuevo está decorada con multitud de luces de colores que adornan toda la ciudad.
Muy pronto, todo el país volverá a la normalidad de la rutina diaria, pero las caras sonrientes de los niños -y no tan niños- que llenan las calles para celebrar el Festival confirman que la bienvenida que los chinos han organizado al Año del Gallo ha traído la felicidad consigo.
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