18/02/2016/Mohamed Hwaity / Reuters
El siglo del oro negro llega a su fin en Arabia Saudita, cuyos habitantes, acostumbrados a recibir subvenciones del Estado, afrontan un futuro incierto.
La caída drástica de los precios del petróleo ha afectado seriamente la economía de Arabia Saudita. La población del país está acostumbrada a vivir de la renta petrolera, especialmente las generaciones más jóvenes, a las que les cuesta aceptar una realidad que los obliga a ajustarse el cinturón y buscar trabajo en el sector privado. ‘The New York Times’ describe los problemas a los que se enfrenta la sociedad saudita.
El 90% de los ingresos del reino saudita provienen de la venta de petróleo, que durante décadas han servido para cubrir todos los gastos estatales. La familia real subvencionaba la energía eléctrica, y tanto la educación como la asistencia sanitaria pública eran gratuitas. Además, un 70% de los ciudadanos del país ocupan puestos de trabajo en el sector estatal, donde los salarios son muy altos y las jornadas muy cortas. Por si esto fuera poco, también el sector privado depende en gran medida del apoyo de las autoridades.
Hasta hace relativamente poco los altos precios del petróleo garantizaban la permanencia de la familia real en el poder, pues los ciudadanos habían canjeado sus derechos y sus libertades políticas por la supresión de impuestos. Pero cuando en junio de 2014 el precio del petróleo cayó de 100 a 30 dólares por barril el sistema se encontró bajo amenaza. El Gobierno cortó entonces los gastos presupuestales, renunció a los programas costosos y redujo el financiamiento de los ministerios. Incluso se empezó a discutir la posibilidad de volver a introducir los impuestos a la población.
Es el inicio de una nueva época para los sauditas, especialmente para las generaciones jóvenes. Un 70% de la población del país está constituido por personas menores de 30 años que no pueden esperar que el Estado les garantice un lugar de trabajo y tienen que acostumbrarse a una nueva realidad: la de trabajar en el sector público, donde los salarios son más bajos, la competencia es dura y existe siempre el riesgo de perder el empleo.
La gratuidad de la educación tampoco contribuyó a la formación de mano de obra calificada, por lo que los ingenieros, médicos y otros especialistas que trabajan en el reino son en su mayoría extranjeros. Además, losintentos de las autoridades de estimular la contratación de ciudadanos sauditas no tienen mucho éxito, ya que las compañías prefieren emplear a extranjeros, que cobran un salario mínimo de 320 dólares frente a los 1.460 que deben recibir por ley los habitantes del reino.
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