Corea del Sur y el dilema canino: medio millón de perros entre la tradición y el abandono

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26/06/2025/Victor Gómez, El Crepuscular/Radio Duna/BBC News Mundo

La decisión del Parlamento surcoreano de prohibir el consumo de carne de perro, una práctica milenaria en vías de extinción, ha encendido un nuevo debate en la península: ¿qué hacer con los más de 500.000 perros que aún permanecen en criaderos destinados a mataderos?

Herencia cultural, transición legislativa

Durante generaciones, el consumo de carne de perro formó parte de ciertas costumbres locales, asociado a creencias sobre la resistencia física y el equilibrio interno. Sin embargo, una transformación cultural imparable –impulsada por activistas, generaciones jóvenes y figuras públicas– redujo drásticamente su aceptación: más del 85 % de los surcoreanos ya no la consume, según encuestas de 2023.

La nueva ley, aprobada en 2024 y con efecto total en 2027, prohíbe la crianza, sacrificio, distribución y venta de carne de perro, estipulando multas y penas de cárcel para su incumplimiento. Aunque celebrada por defensores de derechos animales, la norma ha generado una crisis logística sin precedentes.

Medio millón de perros, ninguna solución clara

Actualmente hay aproximadamente 3.000 granjas caninas registradas oficialmente en Corea del Sur, muchas de ellas rurales. En conjunto, albergan unos 500.000 animales, la mayoría de razas grandes como tosa inu o jindo, seleccionadas por su tamaño y musculatura.

Las organizaciones animalistas, que lucharon años por esta prohibición, reconocen que no podrán absorber a todos estos perros. “Los refugios están saturados, y muchos de estos animales no son aptos para la convivencia en apartamentos urbanos. Si no se habilita un plan de transición serio, corremos el riesgo de pasar del matadero al abandono o al sacrificio encubierto”, alerta Jeong Yuna, portavoz de Humane Korea.

¿Qué dice el gobierno?

El Ministerio de Agricultura anunció un presupuesto de 4,3 millones de dólares anuales por tres años para compensar a los criadores, reconvertir espacios y ampliar refugios, pero los expertos lo consideran insuficiente. “El problema no es solo económico: es de voluntad política, rediseño del sistema y educación ciudadana”, advierte Kim Hyun-joon, experto en políticas públicas animales de la Universidad de Yonsei.

Además, no se ha especificado qué ocurrirá con los animales no adoptables ni qué protocolos veterinarios se aplicarán para su eventual eutanización, en caso de no encontrar salida viable.

Voces en el terreno

Park Dong-seok, criador de tercera generación en Jeolla del Norte, muestra tristeza e incertidumbre: “Toda mi vida he criado perros. No es maltrato, es crianza con respeto. ¿Ahora me van a tratar como criminal? Nadie me explica qué hacer con 160 animales”.

Por otro lado, colectivos juveniles aplauden la norma como símbolo del progreso moral. “Somos una Corea diferente: más consciente, más empática. Prohibir esta práctica nos dignifica”, expresa Han So-ra, activista universitaria de 22 años.

¿Y ahora qué?

El dilema surcoreano se inserta en una conversación global sobre los límites entre cultura, derechos animales y políticas públicas. Mientras que países como Filipinas, Singapur y Taiwán ya han prohibido la carne de perro, en otros como Vietnam o ciertas regiones de China, la práctica persiste.

Este proceso plantea una pregunta crucial: cuando una sociedad decide cerrar un ciclo cultural, ¿puede hacerlo sin dejar huellas de abandono ni traicionar su pasado? Corea del Sur está a punto de descubrirlo.

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