19/04/2016/EFE/AM
Un de exploradores británicos dio a conocer al mundo en 2009 la cueva vietnamita de Soon Dong, la más grande del planeta, un descubrimiento imposible sin la ayuda de Ho Khanh, un antiguo cazador furtivo que la había encontrado por casualidad en 1991.
Por entonces, a sus 22 años, Khanh iba a de caza a la selva o en busca de troncos que cortaba y revendía en el negro para poder subsistir en su pueblo natal de Phong Nha, en el centro de Vietnam.
«Khanh tenía fama de ser el cazador con mejor puntería del pueblo. Entonces la zona era muy pobre y el mundo buscaba la manera de ganarse la vida. A principios de los 90 cientos de personas morían cada año por malnutrición», recuerda a Efe el espeleólogo británico Howard Limbert, líder de la expedición que exploró Soon Dong por primera vez en 2009.
Un día, el joven Khanh se vio sorprendido por una tormenta en medio de la jungla y al buscar refugio cerca de unas rocas reparó en «un agujero del que salían viento y nubes».
«Me gusta explorar cuevas, así que me metí unos 100 metros, hasta que llegué a un río. Era muy diferente a otras cuevas, era muy grande y el viento soplaba muy fuerte. Tuve miedo y salí, pero es un recuerdo imborrable», rememora el vietnamita.
Con el tiempo Khanh cambió de actividad, se dedicó a la agricultura y logró un trabajo de porteador para los exploradores británicos que viajaban todos los años a la zona en busca de nuevas cuevas.
«Era uno de los porteadores más fuertes y además tenía una habilidad excepcional para buscar cuevas, nos ayudaba mucho», relata el espeleólogo inglés.
Limbert y su equipo descubrieron decenas de cuevas en esos años, pero se obsesionaron con un río que desaparecía al toparse con una montaña y reaparecía al otro lado, estaban seguros que allí se ocultaba una cavidad de gran tamaño.
En 2005, durante una de sus expediciones, el espeleólogo le comentó a Khanh su teoría y se quedó de una pieza al escuchar la respuesta impasible del vietnamita: «Sí, yo he estado dentro».
Entusiasmados, dedicaron las siguientes expediciones a buscarla, pero Khanh había olvidado el camino y fracasaron en varios intentos a través de la espesa jungla.
«Nos quedamos sin fondos», rememora Limbert.
Sin embargo, el vietnamita no se dio por vencido y en 2008 decidió irse solo en su busca.
Después de tres días de marcha en la selva volvió a dar con el «agujero del que salían nubes y viento», pero los exploradores británicos estaban entonces en su país y no tenía modo de comunicarse con ellos.
«Volvimos en 2009 y lo primero que nos dijo fue que la había encontrado. Había dejado señales en el camino así que fuimos con él y nos quedamos impresionados al descubrir una cueva tan colosal», dice Limbert.
Pronto se dieron cuenta de que la principal cavidad, de cinco kilómetros de largo, 20 metros de ancho y 150 metros de alto, era excepcional, lo más impresionante que habían visto.
«Es distinta a cualquier otra», afirma el británico con emoción.
Tras realizar las mediciones oportunas, constataron que era la más grande del planeta y fueron reconocidos, junto a Ho Khanh, como los descubridores.
El antiguo cazador furtivo, que al principio no entendía la importancia de una simple cueva, se muestra hoy orgulloso de su contribución y de los reconocimientos que le otorgó el Gobierno vietnamita.
«Yo la encontré, pero sin los exploradores ingleses no hubiéramos podido explorarla porque ellos tenían las herramientas», admite con modestia.
Aunque su hallazgo no le reportó ninguna recompensa económica directa, el desarrollo turístico de la zona a raíz del descubrimiento le ha permitido ganarse la vida como porteador en expediciones comerciales e incluso ahorrar para construir un pequeño hotel junto a su casa.
«La gente me decía que estaba loco por poner en marcha un hotel porque no iba a saber ocuparme de él, pero los turistas vienen y están contentos. No he ganado dinero por descubrir la cueva, pero ahora vienen muchos turistas y mi vida y la de todo el pueblo es mejor», afirma.
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