20/11/2016/El Universal
La Puerta Santa de la Basílica de San Pedro fue cerrada el domingo por la mañana por el Papa, que tiró lentamente de las dos pesadas batientes de bronce, destacó AFP.
Luego, permaneció inmóvil, rezando con una mano sobre su crucifijo, antes de celebrar una misa al aire libre ante 70.000 fieles y todos sus cardenales en la plaza San Pedro.
«Pedimos la gracia de nunca cerrar las puertas de la reconciliación y del perdón, y de saber superar el mal y las divergencias», dijo Francisco en su homilía, antes de llamar a los creyentes a «infundir esperanza y a dar una oportunidad a los demás».
El Pontífice había abierto la Puerta Santa el 8 de diciembre de 2015, al lanzar el Año Santo de la Misericordia, junto al papa emérito Benedicto XVI.
Gracias a una tradición que se remonta a la Edad Media, al cruzar ese acceso, millones de peregrinos cristianos pudieron pedir perdón por sus pecados.
Hecho inédito, el Pontífice pidió también la apertura de miles de puertas santas en el mundo, abriendo personalmente la primera en África, en la catedral de Bangui. Pidió entonces a los centroafricanos que depusieran las armas y rechazaran «el miedo al otro».
El símbolo de la puerta es especialmente importante para el Papa, que exhorta a los hombres a abrir «las puertas de su corazón» a los demás y a dar muestras de «ternura».
Francisco acogió y besó este año a miles de peregrinos procedentes de grupos de excluidos, como los sintecho y los detenidos. El Vaticano hizo instalar duchas para quienes duermen en la intemperie cerca de las columnas de la plaza San Pedro.
Un viernes por mes, el Pontífice visitó además a niños hospitalizados, ancianos o disminuidos psíquicos.
Proseguir con la apertura
Estos actos estuvieron acompañados a menudo por declaraciones destinadas a sacudir la conciencia de los hombres, los gobiernos y hasta de los prelados. Así, Francisco ha denunciado la «esclerosis espiritual» o la «indiferencia» de una sociedad de consumo obsesionada con el dinero.
«El que está a nuestro lado no sólo posee el estatuto de desconocido, inmigrante o refugiado, sino que además se convierte en una amenaza, adquiere el estatuto de enemigo», deploró el sábado.
«¡Somos todos migrantes!», lanzó también en abril desde la isla griega de Lesbos este hijo de emigrantes italianos nacido en Argentina, que trasladó en su avión papal a tres familias musulmanas sirias.
Más de 20 millones de personas vinieron a Roma específicamente para este año santo, según estimaciones del Vaticano.
Los comerciantes no estaban muy satisfechos y recordaban que en el precedente Jubileo en el año 2000 hubo 30 millones de visitantes.
Una fiel alemana, Karin Löbbe recordaba este domingo que «la plaza San Pedro estaba llena a reventar en 2000».
«Juan Pablo II era una papa más carismático, más espiritual», dice Löbbe para explicar esta menor concurrencia, que algunos achacan a la amenaza terrorista o la decisión de que el año santo fuera descentralizado.
«El Papa se interesa en los pobres, es un ejemplo de caridad», dice por su parte novicia española de 19 años, perteneciente a la congregación del «Verbo Incarnato».
Este Año Santo conmemoró el 50º aniversario del final del Concilio del Vaticano II, que abrió la Iglesia a la modernidad.
Para el papa argentino Jorge Mario Bergoglio, la misericordia es sinónimo de esta apertura, única solución para este reformador que tratar de hacer volver a los creyentes que dieron la espalda a la Iglesia.
Algunos círculos católicos conservadores lamentan no obstante que el discurso del Papa se centre tanto en la justicia social y la paz en el mundo, en vez de promover los valores tradicionales de la Iglesia.
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