El Crepuscular

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Las historias olvidadas del 11S

11/09/2016/

El 11 de septiembre del 2001 murieron alrededor de 3 mil personas en los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York y afectó a miles más.

Hombres y mujeres cuyas historias forman parte de uno de los eventos que ha marcado la historia reciente y para quienes esta fecha nunca podrá ser olvidada.

Aquí algunas de esas historias que muestran la desesperación y el dolor que se vivió ese día.

“DIJO QUE TE AMA SIN IMPORTAR LO QUE OCURRA”

El restaurante Windows on the top quedaba en los dos últimos pisos de la torre Norte del World Trade Center. El 11 de septiembre de 2001, luego de que un avión Boeing impactara contra el edificio, el caos se apoderó del lugar. En medio del humo, mientras decenas de personas corrían de un lado a otro entre las mesas, el chef Moisés Rivas, uno de los 72 trabajadores del restaurante, llamó a su familia y se despidió para siempre.

Rivas marcó un número en su teléfono. Su hija adoptiva, Linda Branigan, contestó la llamada. Minutos más tarde, la esposa del chef, Elizabeth Rivas, le preguntó a su hija: “¿No ha llamado Moisés?”. Linda respondió: “Sí, mamá, dijo que no te preocuparas. Que está bien. Dijo que te ama sin importar lo que ocurra”. Fue lo último que supieron de él. Moisés Rivas se convirtió en una de las más de 2 mil 800 víctimas del atentado a las Torres Gemelas.

Fuente: KienyKe

“QUIERO QUE SEPAS QUE SIEMPRE TE VOY A QUERER”

También en la torre Norte del World Trade Center se encontraba la consultora internacional Melissa Harrington. La joven ejecutiva, de 31 años, llamó a su padre Bob cuando advirtió que no podría escapar de las llamas ni del humo que sofocaba sus pulmones. Bob recuerda que su hija estaba muy histérica. Él le recomendó que se calmara. Mientras ella le hablaba, Bob encendió el televisor y vio que el edificio donde trabajaba su hija se estaba incendiando. Luego, le dijo que la amaba; ella le respondió lo mismo.

Entonces, Melissa le pidió el favor de que llamara a su esposo, Sean: “Dile que lo amo”. Doce minutos después, Melissa intentó llamar a su esposo, Sean, quien se encontraba en San Francisco. No se pudo comunicar, pero le dejó el siguiente mensaje de voz: “Sean, soy yo. Sólo quería avisarte que estoy atrapada en este edificio de Nueva York. Hay mucho humo. Quiero que sepas que siempre te voy a querer”.

Fuente: KienyKe

“HASTA AHORA ESTOY BIEN”

El 11 de Septiembre, algunos de quienes no pudieron hacer llamadas enviaron correos electrónicos. Uno de ellos fue Bill Kelly, de 30 años, quien desde su Blackberry le respondió un mensaje al gerente de ventas que le había preguntado cómo se encontraba. “Hasta ahora estoy bien. Estamos atrapados en el piso 106, pero al parecer el departamento de bomberos llegará pronto”.

La hermana de Bill no podía despegarse de su chat. Conforme pasaban los minutos se dio cuenta de que tenía que aceptar que su hermano moriría y no podría comunicarse más con él. Para su familia fue un alivio poderle dar la despedida, así fuese en medio de una gran tragedia.

Fuente: KienyKe

“TODO VA A SALIR BIEN”

Minutos antes de que el caos se apoderara de los Estados Unidos, en uno de los aviones secuestrados viajaba la politóloga Barbara Olson, quien se hallaba en la parte trasera de la aeronave, amontonada con los demás pasajeros. Olson desconocía el objetivo de sus captores.

Alcanzó a llamar a su esposo, quien no paraba de decirle que todo iba a salir bien. Ella repetía lo mismo, como una letanía: “Todo va a salir bien”. De un momento a otro, el hombre oyó: “Te quiero”, y en seguida se cortó la comunicación. El avión donde viajaba Barbara acabó estrellándose contra El Pentágono. Ella y 183 personas más murieron.

Fuente: KienyKe

“QUIERO QUE SEPAS LO MUCHO QUE TE QUIERO”

“Quiero que sepas lo mucho que te quiero” Entretanto, en el vuelo 93 de la empresa United, Mark Bingham, uno de los pasajeros que se enfrentó a los secuestradores, llamó a su madre para despedirse.

Le dijo: “Quiero que sepas lo mucho que te quiero. Te llamo desde el avión. Hay tres hombres que dicen tener una bomba”. Quince minutos después, la aeronave se estrelló en un campo de Somerset County, Pennsylvannia. Cuarenta personas murieron.

Fuente: KienyKe

“HABÍA MUCHO POLVO, GENTE QUE SALÍA DE LOS ESCOMBROS”

El pintor argentino Alejandro Vigilante se instaló en Nueva York y fue ahí en donde le tocó vivir el que describe como el peor momento de su vida cuando colapsaron las Torres Gemelas.

«Salí del subte. Iba a colgar un mural en un hotel. Cuando estaba a una cuadra del World Trade Center la torre se desmoronó y llegamos a refugiarnos dentro de un auto de policía. Había mucho polvo, gente que salía de los escombros, zapatos, pedazos de computadoras. Todo era un descontrol». En medio del caos, Alejandro encontró una máquina de fotos Polaroid y se fotografió junto al policía que le salvó la vida a él a su amigo.

Fuente: Infobae

“LA GENTE QUE HABÍA SALTADO DE LAS VENTANAS ESTABA DERRETIDA CONTRA EL PISO”

El puertorriqueño Willy Rodríguez, portero de la Torre Norte desde hacía 20 años, sobrevivió a los atentados. Estaba en el sótano cuando oyó una gran detonación.

Ayudó a sacar gente de los ascensores, había llegado hasta el piso 39 cuando estalló el segundo avión y en la Torre Sur las paredes empezaron a rasgarse. “Gritaba que teníamos que ayudar y nadie quería, entonces entré solo a sacar a la gente que estaba en el restaurante. Estaban todos los cuerpos de la gente que había saltado de las ventanas derretidos contra el piso”.

Cuando empezó a derrumbarse el edificio corrió, pero quedó atascado entre los escombros. Cuatro horas más tarde fue rescatado.

Fuente: Infobae

“HABÍA LARGAS FILAS DE PERSONAS QUE REPARTÍAN FOTOCOPIAS DE FOTOS DE SUS FAMILIARES DESPARECIDOS”

En 2001, el periodista argentino Alberto Armendáriz se encontraba en Nueva York realizando una Maestría en Periodismo en la Universidad de Columbia, al conocer la noticia corrió hacia el lugar del desastre. Estuvo a 20 metros de donde caían vidrios y escombros, sintió el calor de las dos moles de cemento y hierro incendiándose, vio personas lanzarse al vacío con desesperación.

Armendáriz se siente un privilegiado por haber estado en el momento justo y en el lugar indicado, aunque aclara que trabajar en esas condiciones fue muy duro emocionalmente.

«Uno de las cosas más duras era ir al lugar donde se recolectaba los datos genéticos. Luego del atentado, durante varios días, había largas filas de personas que repartían fotocopias de fotos de sus familiares desparecidos a los médicos y periodistas que transitaban por el lugar. También llevaban prendas íntimas o cepillos de dientes de los desaparecidos para dejar las muestras de ADN.

«En mi primer día de descanso agarré la ropa que tenía puesta el 11 de septiembre. Tenía impregnado el olor a polvillo, a calle, a combustible, y me largué a llorar por primera vez. No me había permitido sentirlo, sino a través de las personas que lo sufrieron», confiesa.

Fuente: La Nación

“PARECÍA QUE EL EDIFICIO SE IBA A CAER POR COMPLETO HACIA UN LADO”

Jorge Chávez acababa de retornar del baño tras tomar su desayuno en el piso 44 de la Torre Norte del World Trade Center, donde podía ver Nueva York en todo su esplendor. En ese momento, el Ingeniero civil de origen peruano que llevaba trabajando tres meses para la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey, se percató que el piso 74 se movía con fuerza de un lado a otro.

“Se sintió como un terremoto. Parecía que el edificio se iba a caer por completo hacia un lado. Pensamos que un helicóptero había impactado sin querer la gran antena que se encontraba en el techo de la torre. La gente estaba tranquila, demasiado tranquila. No parecía haber ninguna razón para entrar en pánico”. Poco después la torre se estabilizó y se veían cosas blancas caer. Eran pedazos de avión.

Fuente: El Comercio

“SÓLO SABÍA QUE TENÍA QUE IRME”

Jorge Miguel dejó Perú a los 17 años junto con su familia para alejarse de la crisis y los ataques terroristas que amagaban su país. 10 años después el terror lo volvería a encontrar en la cima del mundo, en el mismísimo corazón financiero del planeta.

“Con el aprendizaje que tenía sólo sabía que tenía que irme. Mi único objetivo era llegar a mi casa. Grité: ‘Todos evacúen ‘. En mi piso nadie se quedó”. Sin embargo, no todos corrieron la misma suerte.

Fuente: El Comercio

“CADA 11 DE SEPTIEMBRE DOY GRACIAS POR ESTAR VIVA”

Esa mañana, Ingrid Campos iba a tomar el ascensor para subir al piso 72 de la Torre 1 cuando sintió la primera explosión. No se sabía qué había pasado, decían que algo había explotado.

“No sé por qué no llegué a subir, creo que no era mi momento. Creo que cada uno tiene su destino”, dijo la mexicana. Además, recordó que cada 11 de septiembre agradece a Dios estar viva, y admitió que siempre que ve que se prepara un homenaje o aniversario es muy difícil, muy fuerte.

Fuente: Infobae

“ES TIEMPO DE IRSE. SALGAN”

En el piso 64 de la Torre Norte se ubicaba la oficina encargada del control de puentes y túneles de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. A las 9:11 Patrick Hoey, uno de los 12 empleados que allí se encontraban, se comunicó con el 911 para averiguar si debían quedarse en el edificio o si podían evacuar.

“Manténganse cerca de las escaleras y esperen a que llegue la policía”, ordenó el sargento Mariano. El grupo de ingenieros acató sin chistar el mandato: se quedaron esperando que alguien viniera a rescatarlos. Poco antes de que la Torre Norte cayera, más de una hora después de la primera llamada, uno de ellos volvió a comunicarse con la policía. “Hay más humo. Si les parece bien, vamos a salir de aquí”, dijo. “Es tiempo de irse. Salgan”, le respondió el oficial.

Presuntamente el grupo habría empezado a bajar las escaleras de la Torre Norte, sin embargo, ya era muy tarde para ellos. Todos murieron.

Fuente: El Comercio

“ERA EL APOCALIPSIS”

Era tiempo de abandonar aquel coloso herido de muerte. 74 pisos separaban a Jorge de la salvación. “Las escaleras estaban diseñadas como una estructura separada del edificio. Eran bastante anchas. La gente hizo dos filas y empezaron a bajar muy ordenadamente, pero a buen paso”.

Jorge intentaba desesperado comunicarse con su madre, con su padre, con alguien. “De las mil llamadas que hice cuando estaba en las escaleras, solo una entró: a mi madre. Solo le pude decir que estaba bien, que no se preocupara, que estaba bajando”. ¿Ella no sabía lo que en verdad había pasado? “De repente sí, pero no me dijo nada”.

Treinta minutos tardó Jorge en descender del piso 74, en convencer a la muerte de que no era su hora. “Cuando llegué al primer piso, vi una escena que solo puedo describir de una forma: era el apocalipsis.

Fuente: El Comercio

“ES EL ÁRBOL SUPERVIVIENTE”

Dentro del Museo del Memorial, que recuerda y homenajea a los caídos en la tragedia, junto a una de las oscuras piscinas con las cascadas, hay un árbol sin ningún. Cuando uno se acerca, uno de los vigilantes, vestidos de azul y con las letras de 9/11 Memorial bien visibles en su atuendo, comienza a contar que ese árbol, que quizá te ha pasado desapercibido, es el árbol superviviente.

Se trata de un peral que fue encontrado aún vivo pero dañado entre los escombros de las torres. Incluso sus ramas pudieron verse en algunas de las miles de fotos que recorrieron aquellos días entre lo que no era más que eso, escombros. Tras varios días, alguien se percató del que el árbol aún estaba vivo, que era otro de los supervivientes a la tragedia, se decidió llevárselo de ahí, trasladarlo a un centro de recuperación de plantas en el Bronx para ayudarlo. Estando en ese ‘hospital’ arbóreo un rayo le cayó encima volviendo a cuestionar su derecho a la vida. Y sobrevivió…

Desde hace unos años permanece como un testigo más, un elemento vital del nuevo World Trade Center que bien puede simbolizar el espíritu de lucha por vivir, el levantamiento tras el duro golpe. La resurrección….

EL SUEÑO DE GERARD “BISCUITS” BAPTISTE

En el verano de 2001 el bombero Gerard “Biscuits” Baptiste compró una moto Honda CB750 en mal estado por 100 dólares y la mantenía en uno de los espacios del cuartel con el sueño de restaurarla. Sus compañeros lo daban por imposible. Incluso le hacían bromas, a cuenta de la imposibilidad de que pudiera conseguir su objetivo. El no pudo hacerlo. Falleció cumpliendo con su trabajo ese día.

Pero los mismos compañeros que habían dudado de la posibilidad de recuperar aquella moto de la nada, impulsaron, buscaron e implicaron a coleccionistas, marcas y a todo aquel que pudiera aportar algo para que hoy la simbólica moto sea una realidad y forme parte del Museo Memorial.

El escudo del departamento de bomberos de Nueva York en un lado, con símbolos como una cruz, el número 343 de los bomberos caídos ese día, la manguera y el típico pico de bombero, dos cascos, así como 10 rosas sobre el tanque recordando los diez compañeros fallecidos de su equipo. Otro símbolo de lo que se puede conseguir en esfuerzo, en equipo en este caso. Fuente: Diario Sur

“VIMOS A LA GENTE QUE SE LANZABA PORQUE ESA ERA LA MEJOR OPCIÓN PARA ELLOS”

La mañana del 11 de septiembre de 2001, Shelley Ram-Saban, de 25 años, cumplía 10 días trabajando en el centro comercial Westfield, ubicado en la Torre Sur del WTC de Nueva York.

Mientras desayunaba, escuchó una explosión, pero no le dio importancia hasta que vio caer papeles, y restos de metal y concreto por la ventana. Antes de que Shelley y sus compañeros pudieran procesar lo que sucedía, su jefe les ordenó evacuar el lugar. “Mientras bajábamos las escaleras, mucha gente intentaba salir, pero no percibí histeria ni desesperación”, comenta Ram-Saban, quien pensó que en unas horas regresaría a su oficina.

Al salir, la joven sintió que estaban cayendo bombas, así que regresó a la Torre Sur, pero los policías la retiraron del lugar. Con una señora, a la que nunca volvió ver y cuyo nombre tampoco supo, Shelley caminó dos cuadras cuando escuchó el impacto del segundo avión en el edificio donde había estado minutos antes.

“Llegamos hasta la Avenida Central, cuando pudimos ver el hoyo en una de las Torres Gemelas. También vimos a la gente que se lanzaba, porque esa era la mejor opción para ellos. Hasta el día de hoy, no puedo imaginar lo que pudieron sentir”, relata Ram-Saban. Fuente: Expansión

“LOS CADÁVERES BAJABAN POR LAS VENTANAS”

Alfonso Higuera llegó media hora antes a su oficina del Port Authority de New York en el piso 74 de la Torre 1, su trabajo desde hacía cinco años. Mientras abría su computadora para revisar correos y saludaba a sus compañeros de trabajo, sintió el estruendo.

“Los escombros subían y bajaban con el viento. Los cadáveres bajaban por las ventanas. De un momento se fue la luz y las alarmas empezaron a sonar. Todos empezamos a gritar: ‘¡salgamos! ¡salgamos!’”.

Le tomó una hora bajar hasta el lobby por las escaleras, ya en la calle comenzó a correr en dirección a su casa en Queens. “En total no recuerdo cuánto tiempo corrí, fue más de dos horas. Y así, de bus en bus hasta pasar por cuatro llegué a la casa”.

Fuente: Vanguardia

“¡NO PUEDE SER, MI ESPOSO ESTÁ ALLÁ!”

La angustia de Hilda inició desde las 8:30 a. m. cuando por los corredores del colegio donde laboraba como docente empezaron a comentar que un avión había chocado contra una de las Torres Gemelas.

“Siguieron dando la noticia más detallada y dijeron que era grave, pensé: ‘¡No puede ser, mi esposo está allá!’. Tan pronto llegué a casa prendí el televisor y vi el accidente… luego vi que el segundo avión le dio a la torre 2, que fue en la mitad justo para que se derrumbara más rápido… y luego se cayeron las dos.

“Me puse nerviosa y no pude imaginarme qué tan terrible podía ser. No había comunicación, ni teléfonos ni nada, sólo mirando la televisión. Sufrí como nunca al ver que se cayeron las dos torres… fue terrible. Lo peor era que ni la Policía ni nadie decía nada, era tan grande lo que había pasado que no podían decir nada.

“A las 4:00 p. m. Alfonso tocó la puerta, abrí y lo vi. Venía mojado, vuelto nada pero sin un rasguño, sólo lleno de polvo. Me puse a llorar de la emoción apenas lo vi. Lo abracé, lo limpié y le di gracias a Dios de traérmelo de vuelta con vida”.

Fuente: Vanguardia

“LOGRAMOS BAJAR LOS 1.463 ESCALONES HASTA EL AIRE FRESCO Y LA LIBERTAD”

A las 8:46, Michael Hingson, ciego desde su nacimiento, se paró de su asiento ubicado frente a su escritorio del piso 78 de la torre norte para buscar algo, cuando escuchó el estallido. Roselle, el perro guía de Hingson, se levantó de inmediato luego del impacto y se acercó a su dueño. Éste tomó la correa y le dijo: «Adelante».

«Empezamos a avanzar hacia fuera de la oficina lentamente, a través de la confusión, del humo y del ruido. Elegí confiar en su juicio porque Roselle y yo éramos un equipo. Tomé fuerte del lazo y con concentración y confianza logramos bajar los 1.463 escalones hasta el aire fresco y la libertad».

Fuente: Infobae

“TUVE SENTIMIENTOS DE CULPA POR NO ESTAR ALLÍ”

Marian Brent, que se desempeñaba en una consultora de riesgo de la torre sur, no estaba todavía allí porque debía ingresar a las 10:30. «Estaba preparándome para ir al trabajo cuando sonó el teléfono. Era mi hermana, que me dijo: ‘¡Gracias a Dios todavía estás en tu casa!’.

«Cuando vi que el segundo avión se estrellaba sobre la torre se me heló la sangre. Mi colega y amiga Daphne Pouletsos estaba allí desde las 8, ya que como era madre soltera se había ofrecido a entrar antes para estar con su hijo temprano en la tarde, cuando volvía del colegio.

«Nunca lloré tanto ni antes ni después, incluyendo la muerte de mi padre en 2010. Tuve que luchar contra sentimientos de culpa por no estar allí. Si hubiera estado allí ese día, habría muerto con Daphne», agrega.

Fuente: Infobae

“ME LEVANTÉ Y VI CADÁVERES POR TODAS PARTES”

Cuando todo el edificio cayó, Sujo John junto con las otras personas que lo rodeaban quedaron en medio de los escombros. «Ningún material pesado cayó sobre mí. Estaba rodeado de hollín y vidrio. Me levanté y vi cadáveres por todas partes». Distinguió una luz a unos metros. Se trataba de un agente del FBI que sostenía una linterna en su mano. «Nos dimos la mano y comenzamos a caminar entre los escombros”.

Lograron salir y caminaron por una hora. John todavía no podía comunicarse con su esposa Mary, que estaba embarazada de cuatro meses, trabajaba en la Torre Sur, en el piso 71.. Había perdido la esperanza de que estuviera con vida. Sin embargo, a las 13.00 su teléfono sonó y en la pantalla apareció el nombre de su esposa. John, sin embargo, tardó en contestar, ya que pensó que se trataba de una persona desconocida para contarle que había encontrado el cuerpo de Mary.

Cuando contestó, escuchó la voz de su esposa diciéndole que estaba viva. No había alcanzado a entrar a la Torre Sur, ya que había llegado al World Trade Center cinco minutos después de que el primer avión se estrellara. «Ella había estado todo el tiempo nerviosa en las calles, pensando que yo estaba muerto y viendo cómo las personas saltaban del edificio».

Fuente: La Tercera

“TODAVÍA TENGO PESADILLAS DE EDIFICIOS QUE SE MUEVEN”

Cuando los ataques comenzaron, Sunel Merchant estaba en el piso 48 de la Torre Norte del World Trade Center. Estaba parado junto a su escritorio en el momento del impacto, y el edificio comenzó a tambalearse. Apenas el edificio dejó de moverse, alcanzó las escaleras.

Cuando estaba en el piso 30, sintió el ruido del segundo avión estrellándose en la Torre Sur. El segundo recuerdo más vívido que Merchant tiene es el momento en que llegó al piso 25. «Vi al primer bombero subiendo. Es muy fácil bajar las escaleras. Pero subirlas y con todo ese equipo, es sobrehumano. Me di cuenta que los departamentos de policía y los bomberos son superhéroes. Nosotros corríamos lejos del fuego y ellos corrían hacia él». Por ello, cada 11 de septiembre entrega comida gratis de su restaurante en Alabama a bomberos, policías y soldados.

«Han pasado 10 años y todavía tengo pesadillas de edificios que se mueven, se incendian o caen. Siento como si hubiera pasado ayer».

Fuente: La Tercera

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