08/01/2016/Ojo científico/AJV
El león es un animal casi mítico. Desde la antigüedad, es símbolo de fortaleza y majestad, recibiendo el apelativo de «rey de los animales». Prácticamente todas las tradiciones culturales y religiosas, desde Egipto, Grecia y Roma, hasta las judeo-cristianas, rinden tributo de alguna forma a esta especie de dios animal.
Un mandatario en peligro
Ha sido la predilecta para incluir en banderas, escudos y otros símbolos de países, organizaciones y personas. Reyes, príncipes, nobles y aristócratas han pretendido magnificar sus nombres haciéndose llamar «Fulano de tal, El León».
Pero este dignatario de la jungla y de las praderas, que llegó a ser el mamífero mayor más extendido después del, está viviendo su ocaso como especie y de continuar el actual ritmo de mortalidad, pronto podría existir solamente en reservaciones y zoológicos.
Una caza criminal
Ocasionalmente salta a la escena un león distinguido que ha sido abatido por de los cientos de forajidos disfrazados de personas normales, que no tienen ningún inconveniente en obtener un pasaporte para matar. Unos turistas del crimen que han hecho de la caza mayor su preferido, con la lucrativa complicidad de los organizadores de los safaris.
Estos leones que consiguen sus 15 minutos de fama, como Cecil – el «patriarca» de Zimbabue acribillado en julio de 2015 – ocupan las primeras planas durante algunos días por las circunstancias de la muerte. El mundo ruge de indignación por un corto tiempo y la extinción recupera rápidamente su ritmo.
No hay estadísticas confiables sobre cuántos leones son cazados anualmente, pero el tamaño del despoblamiento puede dar una idea cercana. Desde 1995, se estima que la población de leones en vida silvestre ha descendido en más de un 20 %, quedando unos 30 mil ejemplares y se cree que dentro de 20 años podría haber menos de 15 mil. A comienzos del siglo XX campeaban más de 200 mil.
Un león enjaulado
Si algún ser vivo da lástima en cautiverio, es el león. Este animal nació para señorear en la amplitud de las sabanas y de los montes, especialmente los de África. Los ecosistemas que tienen al león como el primer eslabón de la cadena depredadora se están tambaleando y los especialistas ya miran el futuro de la especie con total pesimismo, señalando que solo podrán subsistir en espacios de encierro con fuerte vigilancia.
Estas reservaciones son relativamente grandes pero no dejan de ser una cárcel para una especie acostumbrada a andar a sus anchas, con las únicas limitaciones que impone la naturaleza. Los ejemplares en cautiverio sufren una degeneración genética con respecto a los que hacen vida natural.
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