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El madrileño que ha recorrido 3.000 km en canoa por el Amazonas

05/12/2017/el mundo

Imagina dejarlo todo para cumplir tu mayor sueño. Levantarte un día y saber que, durante los próximos cuatro meses, no contarás con más recursos que un remo y una canoa creada por tus propias manos para recorrer el río más largo del mundo. Sin apenas contacto con la civilización, tan solo rodeado de la naturaleza de uno de los paisajes más ricos del planeta.

Esta es la aventura que Javier Colorado imaginó tras recorrer el mundo en bicicleta el pasado 2013: conquistar el río Amazonas en una canoa de 5 metros de largo, con la que atravesar cuatro países de iberoamérica: Ecuador, Perú, Colombia y Brasil.

Diplomado en Ingeniería Técnica Industrial, especializado en Química Industrial, y Licenciado en Ingeniería Química, amante del deporte y los viajes comenzó esta nueva aventura en abril, cuando aterrizó en la ciudad de Quito, Ecuador. Acompañado de su cámara y amigo Manuel de Salvador.

«Este viaje comenzó fabricando una canoa»

En Francisco de Orellana, Ecuador, Javier contactó con una comunidad, en el borde del Parque Nacional Yasuní, la reserva natural con mayor biodiversidad del planeta.

Allí fue acogido durante dos semanas por los lugareños, que le enseñaron a fabricar la canoa con la que durante 4 meses viajaría a través del Amazonas. Una embarcación de una sola pieza de 5 metros de largo, con la que remaría 3.000 kilómetros hasta llegar a Manaos, en Brasil, pasando por la citada Ecuador, Perú, y Colombia.

Su contacto con la naturaleza amazónica comienza en el río Tiputini, por el que cruzó el Parque Nacional Yasuní. Durante dos semanas sufrió tormentas constantes y conoció asentamientos Quechua y Huaorani, acompañado de la fauna del lugar: delfines, monos, nutrias, capibaras, incluso caimanes.

«Una de las experiencias más bonitas fue ver las tormentas, como llegaba la cortina de lluvia, cómo caía. Lo que no era tan gracioso era el viento, ya que teníamos peligro de volcar».

Cada noche en la selva creaba su refugio para pasar la noche. «Nunca tuve miedo pensando dónde iba a acampar esa noche o hasta dónde íbamos a llegar, siempre encontramos el lugar perfecto para acampar, comida, o gente que nos ayudaba».

«Cada noche antes de acostarme entraba en mi tienda y comprobaba que no había nadie más. Entonces ya podía dormir en mitad de la naturaleza. Aunque nunca dormíamos solos. Recuerdo una noche cuando encendí la luz de mi visera y vi que con nosotros había un ave rapaz». Cuenta Colorado quien asegura que: «El mejor momento del día era la ducha o el baño bajo las puestas de sol».

Tras llegar a la desembocadura del Tiputini llegó al río Napo más ancho y caudaloso, por lo que puedo abarcar más distancia en cada jornada. Pero también con el aumento del caudal, aumentaron las amenazas. «En una ocasión que remaba con delfines uno, soltó un coletazo que casi hace volcar la canoa. Pensé que era un caimán, pero todo quedó en un contratiempo».

«Viajando se te ocurren más viajes y los siguientes los preparo durante el anterior, se tiene mucho tiempo, estás solo». «Primero hay que visualizar el viaje, soñar con él. Luego siempre preveo todo aquello que puede salir mal e intento buscar las soluciones, por si me pasara lo peor. Intento canalizar el miedo«.

Su llegada al Amazonas no fue la esperada, ya que al alcanzar a la desembocadura el río Napo, no consiguieron encontrar el canal que llevaba a la ciudad en medio de la noche. Por lo que Manuel, su cámara durante este viaje, avisó a Colorado, remaban a contracorriente. Ya habían llegado al Amazonas. Una vez en el río más largo del mundo: «Los vientos se levantaron y las olas hacían tambalear la canoa. Pero afrontar mis miedos es parte de la experiencia».

«No solo viajé por el Amazonas fui el Amazonas»

El viaje concluyó con la llegada a Manaus, Brasil, pero los viajes de Colorado esperan no terminar aquí. Su próxima aventura será a nado alrededor de Zanzíbar, Tanzania. «Aunque a partir de ahora me gustaría tener un equilibro entre los viajes y el tiempo con mi familia y amigos aquí. A partir de ahora no quiero hacer un viaje que dure más de 3 meses».

«El mayor aprendizaje que me he llevado de estas experiencias son estas dos lecciones: La gente, que el 99.9% de la gente que me he encontrado tenía un corazón enorme, y la segunda, que todos somos capaces de llevar a cabo nuestros sueños si tenemos confianza. Todos deberíamos aprender a hacer realidad nuestras ideas, seas cuales sean».

Esta aventura siempre tuvo un objetivo social

La colaboración entre The South Face, una ONG que fomenta la educación superior en África, y Glenfiddich, destilería de whisky con la que Javier colabora en sus viajes. Becará a una joven africana de 19 años para que pueda comenzar sus estudios de Enfermería en la Universidad de Nairobi. «Buscan personas para llevar a cabo un cambio social. Personas que quieren quedarse en su país y ayudar a su desarrollo. Solo con su propia gente África puede desarrollarse».

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