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«No quiero más muertos»: habla Sor Esperanza, la monja venezolana que se encaró a la Guardia Nacional

25/04/2017/BBC Mundo

Sor Esperanza, la anciana monja venezolana que encaró a la Guardia Nacional Bolivariana en las calles de Caracas, se eternizó como parte del imaginario político de la oposición venezolana.

Y no entiende por qué.

«Yo solo conversé con ellos. No les tengo miedo«, contó a BBC Mundo, sobre su careo con los militares durante la «marcha del silencio», el sábado pasado.

Frágil, a paso lento, vestida de hábito blanco y luciendo un tapabocas para prevenir el efecto de las bombas lacrimógenas, la religiosa de 78 años se aproximó con temple a los militares que había lanzado gases tóxicos a los manifestantes.

Su encuentro con soldados armados con escopetas y recubiertos por máscaras antigases fue cálido, amable.

La escena es inédita en el contexto de la nueva ola de protestas que vive el país, que ha derivado en fuertes enfrentamientos entre opositores, fuerzas de seguridad y simpatizantes del gobierno, así como desórdenes en varias ciudades.

La religiosa explicó que se envalentonó a acercarse a los uniformados luego de que una lluvia de lacrimógenas cayera frente al grupo de marchantes en el que se encontraba.

«Les hice la señal de la cruz, los bendije. Le dije al jefe: ‘usted cumpla sus órdenes, porque, si no, va preso, pero, ¿cómo es posible? Usted es venezolano y nosotros somos venezolanos'».

«También regañé a los míos»

El episodio duró apenas unos minutos, pero los videos y fotografías del momento se viralizaron en redes sociales como Instagram y Twitter, donde llovieron elogios a su heroicidad y valentía.

El excandidato presidencial opositor Henrique Capriles Radonski y el presidente del Parlamento, Julio Borges, se sumaron al coro de voces que aplaudieron su gesto.

La hermana, no obstante, subrayó un momento que no capturaron las cámaras: también regañó a los opositores que le acompañaban.

«Me sentí triste, como Francisco de Miranda -prócer venezolano apresado y enviado al exilio-. Estaba disgustada con la gente. Les dije que se quedaran abajo y eso fue puro bochinche (desorden, alboroto). Regañé a los míos. No me hicieron caso y echaron a perder el paquete».

Sor Esperanza decidió alejarse de la protesta entre vítores y aplausos. Se retiró del lugar en el vehículo de un conocido. A los minutos, volvieron las lacrimógenas.

Admitió que le incomodan las consignas virulentas e insultantes contra el Poder Ejecutivo. Le disgustan especialmente las arengas sobre «el culillo» (miedo) o la dudosa procedencia de las madres de los funcionarios.

«Quiero protestar con dignidad, no con insultos, aunque sean un chiste».

Ni cubana, ni tarifada

Hubo quienes la acusaron de ser una impostora. Algunos incluso la señalaron como miembro de un grupo de inteligencia cubana que habrían orquestado aquel encuentro para matizar la mala reputación del Gobierno venezolano.

 La Conferencia Episcopal Venezolana ratificó en su cuenta de Twitter su condición de religiosa.

«María Esperanza García Ramírez, nacida en el poblado campesino de Pampán, estado Trujillo, es servidora de Jesús desde su juventud, formada en el servicio religioso en Italia, pese a que sus padres confiaban que estudiara medicina en la Universidad Central de Venezuela», se lee en el comunicado.

«Soy hija de María Auxiliadora y salesiana de Don Bosco. He participado en sopotocientas (múltiples) marchas desde los tiempos de Hugo Chávez. A mí todo el mundo me respeta, aún los chavistas. Siempre digo que ni cura, ni monja, ni militar deben estar en Miraflores», ripostó la religiosa a BBC Mundo.

No participó este lunes del «plantón» convocado por la opositora Mesa de la Unidad Democrática por múltiples ocupaciones y por recomendación de una madre superiora de su congregación, de origen mexicano, que se encontraba en Caracas: «‘Guárdese un poquito’, me dijo».

 Su encuentro con Maduro

La hermana salesiana está convencida de que la oposición no debe dialogar de nuevo con el gobierno de Nicolás Maduro.

Ella, en cambio, confía en poder reunirse alguna vez en privado con el Presidente para convencerle de que abandone su cargo.

«Espero ver cómo le llego a Maduro de alguna manera. Quizá mandarle un papelito, pero quisiera hacerlo en vivo y directo. Ojalá que la primera combatiente (como se le conoce en Venezuela a la esposa de Maduro) me deje», dice, rompiendo en risas.

En sus oraciones diarias, pide a las diferentes advocaciones de las vírgenes de toda Venezuela que «hagan una sola cayapa para liberar al país de la opresión».

Sor Esperanza quiere paz.

«No quiero más muertos, ni de allá ni de acá».

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