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Por qué la crisis en Venezuela me recuerda el «período especial» de Cuba

11/06/2016/BBC Mundo

Las dificultades para conseguir alimentos es una de las quejas más comunes entre los venezolanos.

La inflación es una de las más altas del mundo, hay que hacer largas filas para conseguir los productos más básicos, la tensión en las calles no hace sino aumentar y una solución política parece una posibilidad lejana.

Y aunque durante años, la advertencia de que Venezuela estaba a punto de «convertirse en otra Cuba» era vista como una exageración de la oposición, el corresponsal de la BBC en La Habana, Will Grant -quien también estuvo basado en Caracas- encontró similitudes entre la situación venezolana y un período específico de la historia cubana.

Sufrimiento y austeridad

El «período especial» está dolorosamente grabado en la memoria colectiva de Cuba.

El término remite a los años que siguieron al colapso de la Unión Soviética. Y en la isla comunista es sinónimo de hambre, sufrimiento y austeridad.

Hugo Chávez y Fidel Castro eran aliados y amigos cercanos.

Al perder a sus benefactores en Europa del Este, Cuba enfrentó serias dificultades para alimentar a su gente.

Y las impactantes historias de esos aciagos días abundan en la isla: de gente que tuvo que vender reliquias familiares para comprar comida, de gatos callejeros convertidos en parte del menú.

Más allá de si esas historias son apócrifas o no, no se puede negar que desde el punto de vista económico Cuba estaba prácticamente de rodillas.

Y el país caribeño siguió así hasta que un exmilitar de izquierda llegó al poder en Venezuela.

Con Hugo Chávez en la presidencia del país con las mayores reservas petroleras del mundo, las cosas empezaron a mejorar rápidamente en la vecina Cuba.

Chávez estableció una estrecha alianza con el líder cubano Fidel Castro y empezó a llenar el vacío dejado por los soviéticos.

De los dos aliados socialistas, sin embargo, el que actualmente atraviesa los mayores problemas es Venezuela.

Y un viaje reciente me permitió comprobar lo difícil de su situación.

Fila tras fila

Habiendo vivido en Venezuela durante los mejores momentos del gobierno de Chávez -cuando el barril de petróleo superaba los US$130- y regresado por última vez a Caracas en abril de 2013 -cuando Nicolás Maduro fue electo presidente- ver lo rápido que se han deteriorado las cosas me causó una fuerte impresión.

Venezuela siempre ha sido un lugar particularmente caótico, pero nunca la había visto así.

Las filas se forman frente a cualquier lugar en el que los venezolanos crean poder conseguir algo de comida.

La primera fila, que se extendía por más de una cuadra, nos la encontramos nada más salir del aeropuerto, en el oeste de la capital.

Y no tuvimos que esperar mucho antes de encontrar muchas más.

Como sucede en Cuba, el gobierno subsidia y controla los precios de muchos productos básicos.

Pero, como resultado de la escasez y de la inflación galopante, ahora cientos de miles de venezolanos pasan sus días fuera de las tiendas, esperando por la llegada de harina, pan, aceite, pañales y papel higiénico.

Muchos se suman a esas filas impulsados por poco más que un rumor, con la vana esperanza de encontrar esos productos, para terminar siendo enviados de regreso a casa con las manos vacías después de horas bajo el ardiente sol.

Y, como se pueden imaginar, en esas circunstancias muchos pierden fácilmente los estribos.

«Bachaqueros» y mercado negro

«Nosotros no vendemos productos subsidiados», nos cuenta Sonia, una tendera de 40 años que nos ha facilitado un refugio en el cual protegernos de los empujones que se están multiplicando en la calle que pasa frente a su tienda.

Luego de largas horas haciendo fila es fácil perder los estribos.

Mientras observamos desde la azotea, a una distancia prudente de los soldados que quería confiscar nuestras cámaras y evitar que filmáramos la escena, Sonia recuerda que hace ella y su esposo primero se decepcionaron cuando, hace algunos años, no obtuvieron la concesión para vender productos regulados por el gobierno.

Pero ahora, dice, eso los ha salvado de la locura con la que sus competidores del otro lado de la calle tienen que lidiar a diario: tropas armadas y turbas desesperadas agolpándose a su puerta, la amenaza constante de saqueos pendiendo sobre sus cabezas.

«La gente puede terminar matándose en ese tipo de situaciones», comenta, mientras los ojos empiezan a llenárseles de lágrimas.

«Es triste, muy triste, tener que vivir así. Nosotros tenemos dos hijas y a veces incuso nosotros tenemos que recurrir al mercado negro«, confiesa.

La Guardia Nacional trata de mantener el orden en las colas.

Mientras miramos como las tropas empiezan a restablecer el orden, Sonia señala a alguna gente a la que acusa de ser «bachaqueros»: especuladores que no hacen fila para comprar alimentos para sus familias, sino para revenderlos.

En Cuba el mercado negro de productos básicos ha sido una constante por décadas y el fenómeno ahora también se ha vuelto bastante común en Venezuela.

«Pero los venezolanos somos gente buena», dice Sonia. «En verdad no nos merecemos nada de esto», agrega.

Dictadorzuelo

Mientras esto ocurre, el presidente venezolano Nicolás Maduro viajó a Cuba a buscar apoyo en su guerra de palabras con Luis Almagro, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Nicoláa Maduro viajó recientemente a Cuba para conseguir su apoyo en su batalla contra la OEA.

Almagro advirtió recientemente que el presidente venezolano se estaba convirtiendo en «un dictadorzuelo más» y convocó a una reunión especial del organismo invocando la Carta Democrática de la organización hemisférica.

Pero Maduro no se mordió la lengua para contestarle: «La Carta Democrática la pueden poner así (…) ponerla en un tubito bien fino y darle mejor uso, señor Almagro. Métase su Carta Democrática por donde le quepa», le dijo.

Y Cuba se puso del lado de Maduro en su disputa con Almagro.

Ahora bien, cuando Cuba estaba atravesando su período económico más oscuro, Venezuela tenía muy buenas relaciones con Washington: el presidente de EE.UU. George H.W. Bush, por ejemplo, visitó Caracas en 1990 y Bill Clinton hizo lo propio siete años más tarde.

Y tal vez Nicolás Maduro notó la ironía mientras abandonaba la isla, recientemente visitada por Barack Obama: un país que recibe como amigo a un presidente estadounidense mientras el otro ve como su economía está al borde del colapso.

Es posible que el período especial venezolano apenas esté empezando.

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