29/06/2016/Difundir/EA
Sin duda, tener amigos es necesario, y la constante comunicación con la gente tiene sus ventajas. Los científicos decidieron responder la pregunta: ¿realmente hay que tener amigos para ser feliz y estar plenamente satisfecho con la vida? Y llevaron a cabo esta investigación. En este estudio participaron 15.000 personas en edades entre los 18 y 28 años, que viven en lugares con una densidad de población diferente y se comunican con sus amigos con distinta frecuencia.
Una revista británica de psicología publicó resultados ¡Te sorprenderán!, echa un vistazo a continuación
Tres conclusiones principales de la investigación
Los psicólogos evolucionistas Satoshi Kanazawa de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres y Norman Lee de la Universidad de negocios de Singapur (SMU), tras analizar los resultados de la investigación, llegaron a las siguientes conclusiones:
– En primer lugar, las personas que viven en puntos con alta densidad de población, por lo general, se sienten menos felices.
– En segundo lugar, la mayoría, para sentirse felices, necesita reunirse constantemente con sus amigos o las personas que comparten su forma de pensar. Cuanta más comunicación cercana hay, mayor es el nivel de felicidad.
– En tercer lugar, las personas con inteligencia mayor que los demás, son una excepción de esta regla.
Cuanto más alto sea su IQ, menor es la necesidad del ser humano de relacionarse constantemente con amigos.
Los intelectuales sienten menos satisfacción de la vida con exceso de actividad social. No se emocionan por «ser el alma de la fiesta».
Las personas con inteligencia alta tienen un círculo social muy reducido
El cerebro de una persona con habilidades intelectuales altas funciona de distinta forma. Esto también incluye la sociabilidad.
Sí, ser inteligente no es sencillo. Adentro de cada intelecual existe su propio pequeño mundo.
La actividad social para las personas con una inteligencia mayor al promedio, es más bien una medida necesaria que una necesidad de la vida. La mayoría de los supergenios han sido y suelen ser solitarios. En realidad, hay pocas personas que los entiendan y los acepten. Pero para ellos esto no representa ningún problema. Al contrario, cuanto más tienen que socializar, menos felices se sienten.
Las personas inteligentes prefieren dedicarse a los asuntos importantes para ellos antes que socializar
La investigadora Carol Graham del Instituto de Brookings, especialista de «la economía de la felicidad», cree que las personas inteligentes utilizan la mayor parte del tiempo en alcanzar metas a largo plazo. Los intelectuales se sienten satisfechos al hacer cosas que los llevan a ciertos resultados.
El doctor que trabaja en la vacuna contra el cáncer; el escritor que está escribiendo una novela formidable, no necesitan interactuar con otras personas. Porque esto los distrae de la meta principal, lo cual quiere decir que influye de forma negativa en la felicidad y desequilibra su armonía interna.
Las razones están en el pasado lejano
Existe la «teoría de la felicidad de sabana». De acuerdo a esta teoría, no solo se trata de los genes sino también de la memoria de nuestros antepasados. El estilo de vida de los cazadores antiguos, a partir de los cuales empezó la historia de nuestra civilización, hasta la fecha influye en nuestra vida e incluso en nuestra sensación de felicidad interior.
Nos sentimos felices en exactamente las mismas situaciones y circunstancias en las cuales fueron felices las personas que vivieron hace miles de años.
Pero, para ser exactos, el círculo social de los antepasados de la sabana africana contaba más de 150 miembros del grupo. Y vivían en un lugar remoto con una densidad de población menor a una persona por un kilómetro cuadrado. Necesitaban mantenerse juntos siempre para sobrevivir en un ambiente hostil.
Ahora vivimos en la era de las tecnologías y una gran cantidad de personas alrededor. Sin embargo, la mayor parte de la gente sigue mostrando las cualidades de nuestros antepasados que quedaron en la memoria genética. Pareciera que el cuerpo existiera en una situación; y el cerebro, en otra. El cuerpo puede estar en una metrópoli con varios miles de personas por metro cuadrado, y el cerebro, en la sabana desértica.
La mayor parte. Pero no todos.
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