20/03/2016/
No es necesario hacer una investigación científica para encontrar en nuestro cuerpo huellas de la evolución. Es posible detectarlas a simple vista.
El cuerpo humano posee varias estructuras que son una prueba de la evolución, ya que han quedado como un vestigio de tiempos en que cumplían una función pero que hoy en día, a pesar de estar ahí, no tienen ninguna utilidad. Lo muestra el sitio web Vox.
El apéndice es uno de los ejemplos más conocidos del proceso de evolución que hemos experimentado los humanos, pero no es el único.
Palmaris longus
El ‘palmaris longus’ es un tendón que se encuentra en la muñeca entre dos músculos flexores, el ‘carpi radialis’ y el ‘carpi ulnaris. Para saber si lo tenemos (no todos los humanos lo tienen) hay que juntar los dedos pulgar y meñique de una mano y mirar la parte interior de la muñeca. Si debajo de la piel se tensa un tendón significa que usted es ‘menos evolucionado’, ya que el ‘palmaris longus’ les resulta muy útil a los primates para sujetarse mejor a los árboles.
Piel de gallina
Otro ejemplo es la piel de gallina. Este efecto se produce cuando a causa del frío el músculo que hay en la base de cada pelo se contrae, lo que hace que este se yerga. Al erizarse, el pelo tira de la piel que lo rodea y crea un bulto. Debajo de estos bultos los animales almacenan aire que les aísla del frío, pero a nosotros esto no nos pasa, ya que nuestro vello, al ser demasiado débil, es incapaz de realizar ninguna de estas funciones. Sin embargo el mecanismo permanece en nuestro cuerpo como una herencia de un pasado en que éramos más peludos.
Deja una respuesta