28/09/2017/yahoo
Un hombre que llevaba quince años en estado vegetativo recuperó un estado de mínima consciencia después de que un equipo médico le aplicase una técnica de neuroestimulación experimental. La investigación, liderada por el Centro Nacional para la Investigación Científica, de Francia, (CNRS por sus siglas en francés), abre la puerta a la recuperación de pacientes cuyo estado de inconsciencia se considera irreversible.
Un accidente de tráfico dañó múltiples conexiones del cerebro del paciente que ha recibido la intervención, y lo dejó en estado vegetativo, una especie de coma en el que los afectados pueden llegar a abrir los ojos y presentar ciclos de sueño y vigilia. Sin embargo, su cerebro permanecía totalmente desconectado del mundo. Tras más de una década en este estado, la probabilidad de que recuperase la consciencia era prácticamente inexistente.
Según publican hoy en una carta en la revista Current Biology, los investigadores estimularon eléctricamente un nervio del paciente, el nervio vago, durante un mes. Tras la neuroestimulación, el hombre, que tiene 35 años, comenzó a reconectarse con el mundo: empezó a seguir objetos con la mirada y a girar la cabeza cuando alguien lo llamaba. Además, si los examinadores se acercaban a su rostro súbitamente, el paciente abría mucho los ojos, como asustado, una respuesta de la que su cerebro era incapaz antes de la estimulación.
Por otra parte, después del mes de estimulación eléctrica en los electroencefalogramas del paciente apareció una señal característica de la consciencia, antes ausente. Los investigadores también detectaron un aumento de la conectividad entre varias áreas del cerebro. Desde entonces, el paciente ha permanecido estable, «lo cual demuestra que se ha conservado lo que ganamos en el primer mes», declara por correo electrónico al medio La Vanguardia Angela Sirigu, investigadora del CNRS y directora del ensayo. «Si hay posibilidades de mejoría más allá del estado de mínima inconsciencia, es algo que deberemos investigar en el próximo año», añade Sirigu.
Los investigadores decidieron estimular el nervio vago del paciente porque conecta el cerebro con otros órganos como el corazón, los pulmones y los intestinos. «El nervio vago tiene muchas conexiones», explica Raúl Pelayo, neurólogo en el Institut Guttmann, que no participó en el estudio. «Y el sistema nervioso es una red. Un estímulo sobre un punto de esa red puede afectar a muchos nodos», aclara en entrevista telefónica a La Vanguardia. Eso explicaría cómo la estimulación de un solo nervio puede provocar cambios en las conexiones de todo el cerebro.
Además, la gran ventaja de esta técnica de neuroestimulación, que actualmente ya se utiliza en algunos casos complicados de epilepsia y depresión, es que tiene un riesgo menor que otros tipos de intervenciones que requieren la implantación de electrodos dentro del cerebro. En este caso, los cirujanos implantaron el electrodo en el tórax, cerca del cuello.
Los investigadores planean ahora poner a prueba el potencial terapéutico de la técnica en un estudio colaborativo con otros centros. «Son resultados muy sorprendentes y estimulantes», dice Raúl Pelayo. «Hay que tener reservas: habrá que demostrar que no fue una casualidad, y eso sólo se puede hacer con un número mucho mayor de pacientes», añade.
«La plasticidad y la capacidad de reparación del cerebro aún son posibles incluso cuando la esperanza parece haber desaparecido», remarca Angela Sirigu en declaraciones a Cell Press, grupo editorial que edita la revista Current Biology. «Este tratamiento puede dar a los pacientes mínimamente conscientes más oportunidades para comunicarse con el mundo exterior».
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