18/02/2017/EL PAÍS
El apellido Trump en letras doradas está por todas partes. Incluso en su versión árabe. Un ejército de obreros se afanaba durante los últimos días para que todo estuviera listo antes de la inauguración del Club Internacional de Golf Trump, este sábado en Dubái, a la que hay invitadas 2.000 personas. Es el primer negocio que el magnate convertido en presidente abre desde que llegó a la Casa Blanca y su primera aventura empresarial en el mundo árabe. Resulta improbable que Donald J. Trump acuda al evento, pero los organizadores esperan a sus hijos, Donald Jr. y Eric, en los que el mandatario ha delegado formalmente la gestión de un imperio que se extiende de Hawái a Bali.
Si no fuera por el apellido, poco habría de singular en la adición de otro campo de golf a la treintena con los que ya cuenta el emirato. La obsesión por teñir de verde el desierto a costa de millones de metros cúbicos de agua desalada hace tiempo que dejó de ser noticia en el país del más grande, más alto y más caro. El entorno resulta perfecto para el estilo Trump.
“Va a ser un campo de golf de nivel mundial, que excederá todas las expectativas; no habrá nada igual en toda la región ni más allá”, asegura el propio empresario en el mensaje de bienvenida que lleva su ya famosa (y debatida) firma.
Es lo menos que espera quien vaya a pagar una inscripción de 25.000 dírhams (unos 6.600 euros al cambio actual) y una cuota anual de 35.000 dírhams. A cambio, además de acceso al campo, disfrutará de un exclusivo club con cuatro restaurantes, dos bares, tienda de material deportivo, piscina y gimnasio.
El campo, de 18 hoyos y 71 par, está situado en el centro de Akoya, una enorme urbanización con 2.600 chalés y 7.000 pisos de DAMAC Properties. El fundador de esta constructora, el multimillonario Hussain Sajwani, conoció a Trump hace diez años, probablemente cuando éste viajó por primera vez a Dubái para lanzar un proyecto inmobiliario (con otro socio diferente) que resultó víctima del crash de 2009. Debieron de caerse bien porque Sajwani pensó en él cuando empezó a concebir Akoya.
El pacto quedó sellado en mayo de 2014, con Trump lanzando una bola en el lugar que iba a construirse el campo, diseño del arquitecto estadounidense Gil Hanse. El magnate cobró entre uno y cinco millones de dólares, según Associated Press que consultó los datos entregados a un comité electoral. Se desconoce cuánto le reportará una vez en marcha, dado que su organización se encarga de la gestión del club. El acuerdo incluía, además, 104 chalés diseñados por Ivanka, la hija del futuro presidente, y un segundo golf, diseñado por Tiger Woods, aún por construir. Pero antes de que la elección de Trump diera publicidad gratuita al proyecto, Sajwani tuvo motivos para arrepentirse.
La inquietud que despertaron sus intenciones parece haberse evaporado. Sin duda ha ayudado que el todavía presidente electo invitara a la familia Sajwani a la fiesta de fin de año en su club de Mar-a-Lago. “Hussain y toda la familia, la gente más estupenda, han venido [a pasar] esta noche desde Dubái”, les presentó Trump. Poco después, y ya en vísperas de su investidura, aseguraba que había rechazado 2.000 millones de dólares de Sajwani para entrar en nuevos negocios en el emirato.
Mientras los analistas debaten los posibles conflictos de intereses o incluso los problemas de seguridad que puede plantear la marca Trump, los primeros curiosos ya han empezado a acudir a la Terraza, la cafetería del club abierta al público y desde la que se divisan los hoyos 9 y 18. Pero ¿da negocio el nombre? La web especializada Golf.com informa de que el club ya ha conseguido 60 miembros, por encima de sus objetivos para el primer año. “No pienso pisarlo”, señala sin embargo un europeo residente en Dubái y muy aficionado a ese deporte. Previsiblemente, controvertido.
[staff_social]
Deja una respuesta