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2016, año de crisis y de esperanza para América Latina

26/12/2016/

Colombia es el «país del año», según The Economist. Y la revista británica tiene razón. Colombia ha logrado la paz después de más de 50 años de guerra civil. Comparada con la manera en que el resto del mundo evoluciona, esta es una historia de éxito casi increíble. Pero claro, el nuevo y revisado acuerdo de paz, ya aprobado por el Congreso, tiene una falla: el pueblo no fue consultado de nuevo, después de que éste había rechazado el primer borrador por una estrecha mayoría.

La justificación de que el Congreso representa la voluntad popular es formalmente correcta. Pero suena más como una excusa, después de que el presidente Santos, en el primer intento, considerara el plebiscito como la única forma legítima de validarlo. El Premio Nobel de la Paz ha abierto, así, la puerta al populismo. Ahora tiene que ver cómo revertir la tendencia y demostrar de cara a las elecciones legislativas de 2018 que realmente la paz está sacando al país manifiestamente adelante. Aún así, Colombia tiene una oportunidad real; mucho más, por lo menos, que muchos otros países de América Latina.

Esperanzas fallidas en Argentina

Para algunos países clave, como Argentina, Venezuela y Cuba, 2016 comenzó con grandes esperanzas. Los argentinos, después de doce años de mala gestión pseudosocialista, habían elegido a un nuevo presidente que prometía darle un nuevo impulso a la economía. Y de hecho, Mauricio Macri puso al país de regreso al mercado financiero internacional con gran ímpetu, liberó el comercio exterior y el cambio de divisas de restricciones absurdas y terminó con la práctica de comprar buena voluntad política con cargos estatales.

Pero la desventaja de sus reformas es dolorosa: la inflación y los precios están aumentando constantemente, mientras que las principales inversiones internacionales se están desacelerando y más y más puestos de trabajo se pierden. La cuota de pobreza de la población, una estadística que el propio presidente ha presentado, ha aumentado de 29 a 32 por ciento en su mandato. En este contexto, la oposición, en otras situaciones más dividida, exige cada vez más concesiones con su mayoría parlamentaria, lo que pone en peligro el curso de la recuperación económica. Y encima de todo eso, la imagen de Macri también se debilita por el involucramiento de su familia en transacciones dudosas, reveladas a través de los «Papeles Panamá». A Macri no le queda mucho tiempo: si la economía no se recupera, las elecciones parlamentarias en otoño fortalecerán aún más a sus opositores.

Venezuela: un régimen depuesto que continúa gobernando

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, no tiene tales preocupaciones: a él no le importa lo que decida el Parlamento. El régimen chavista de Maduro hizo caso omiso al Parlamento con una insolencia increíble, ya que la oposición había obtenido una mayoría de dos tercios en las elecciones democráticas de diciembre de 2015. Los chavistas tienen a todas las instituciones del país bajo su control, neutralizando, así, y sin piedad, a la mayoría democrática.

Bajo los ojos del mundo, la democracia en Venezuela está siendo pisoteada cada día, mientras que la gente del país sufre cada vez más las consecuencias del socialismo chavista. Algo que afecta especialmente a los pobres: no hay medicamentos, no hay papel higiénico, no hay anticonceptivos, y en los supermercados muchas veces ni siquiera hay harina de maíz. Pero sí hay un nuevo billete para que la galopante inflación no sea tan notable. Y para ocultar su fracaso, el «presidente», que no tiene ninguna decencia, crea diariamente nuevas teorías de conspiración. Así es como la vida de la mayoría de los venezolanos se ve hoy, un año después de haber depuesto al régimen en las urnas.

Sociedad despiadada de dos clases en Cuba

¿Y Cuba? Casi dos años después del comienzo del acercamiento entre Estados Unidos y los antiguos comunistas cubanos, casi nada ha cambiado –aparte de los vuelos directos a Estados Unidos y la mejor conexión a internet. Ahora, por supuesto, se siente la falta del omnipresente, hoy ausente: la muerte de Fidel Castro privó de un rostro al modelo político cubano. No obstante, todo era, ya desde hace mucho tiempo, tan solo una máscara. En Cuba no hay ni comunismo ni socialismo, sino un capitalismo de Estado disfuncional con una sociedad despiadada de dos clases.

En la isla, quien quiera que tenga, de alguna manera, algo que ver con los turistas y recaude divisas, puede hacer cualquier cosa. Y quien, lamentablemente, solo haya estudiado o forme parte simplemente de la economía normal, gana tanto por mes como un taxista en un día. La censura de la prensa sigue funcionando bien, los partidos de oposición son todavía detenidos regularmente, y solo en internet hay un poco de libertad. Además, la última esperanza de cambio temprano a través del acercamiento probablemente haya muerto con la elección de Donald Trump.

Pero Trump y sus relaciones con América Latina son un tema por sí mismo, así como Brasil y sus crisis permanentes.

En resumidas cuentas, este no fue un buen año para América Latina.

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