El Crepuscular

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Así se vive el día de la firma de la paz en el campamento de las FARC

26/09/2016/Semana

La misma rapidez con la que Cristina se sentó cuando escuchó el helicóptero que sobrevolaba el lugar, se volvió a acostar. Estaba tendida uno de las cambuches que construyó el Bloque sur, huyendo del aplastante sol que a diario abraza los Llanos del Yarí.

Ha pasado más de un año desde que cayó la intensidad de las confrontaciones y no se acostumbra. El sonido que la despertó intempestivamente no invocaba el afán de sobrevivir a una ofensiva. Esta vez, sólo se trataba de una aeronave de la Cruz Roja que merodeaba en El Diamante para llevarse a los miembros del Secretariado.

Tras cuatro años de discusión en La Habana, las FARC en pleno se volvía a reunir con su tropa. Timoleón Jimenez, Iván Márquéz, Pastor Alape, Jesús Santrich, Erika Montero, Bertulfo Álvarez, Joaquín Gómez, Ricardo Téllez, Pablo Catatumbo y Carlos Antonio Lozada se sentaron entre el Caquetá y el Meta a cumplirle una cita a la historia.

Se trata del acto más significativo que las FARC anunció en 52 años de confrontaciones armadas. Un encuentro que ratificó el quiebre que esta guerrilla le hace historia, y encamina más de dos décadas de guerra por el intransitado camino de la paz.

“Las FARC manifiestan al pueblo colombiano, su inclaudicable compromiso con el cumplimiento de lo acordado”, sentenció el máximo jefe de esa guerrilla, Timochenko, en la clausura de la última conferencia guerrillera.

Allí, en el mismo escenario donde días antes se había presentado Aries Vigo y Alerta Camarada, las FARC le vociferaron al mundo que la guerra en Colombia se acabó. Que la lucha continúa, pero por otros medios.

No es para menos. Durante los siete días que duró la conferencia, las FARC le abrieron las puertas de su casa al mundo. Representantes de más de 350 medios de comunicación -nacionales e internacionales- se asentaron como cualquier miembro de la guerrilla en El Diamente. Hurgaron en sus vidas, sus métodos, expectativas, temores y miedos.

Franceses, ingleses, brasileros, argentinos y chilenos llegaron al lugar a retratar los últimos días de la guerra. El encuentro fue inverosímil. No sólo por el audaz conocimiento en ingeniería que demostraron los guerrilleros que organizaron el evento, sino también por la atiborrada manera con la que se acercaron los medios.

Las historias las contaron una y otra vez. El miércoles, a mitad de semana, todos los guerrilleros habían contestado al menos un cuestionamiento. Entre la multitud una mujer del bloque oriental evade las preguntas de un par de reporteros. Está en embarazo y argumenta que tanta “preguntadera” la estresan a ella y a su bebé. Intentan organizar para verla después, pero no hay tiempo, el miércoles en la mañana ya está todo agendado.

Periodistas y guerrilleros, juntos y revueltos

Poca similitud guarda la Décima Conferencia guerrillera con las versiones anteriores del encuentro. No sólo porque es la primera vez que se hace en el marco de la legalidad y con miras a construir la paz, sino también porque a la salida de San Vicente del Caguán el Ejército lleva un estricto control de las centenas de reporteros que entran y salen del Yarí.

Desde que comenzaron a llegar el 16 de septiembre, a los periodistas, profesores, víctimas, estudiantes y líderes sociales los acomodaron en el que provisionalmente sería su hogar. Junto al Bloque Oriental o con el Bloque Sur habían quedado los ‘cambuches’ que en un mes construyeron las FARC.

Toda una baraja de posibilidades. Unas más cómodas que otras, pero cada una conducía a un objetivo común: poner a convivir a los forasteros con las tropas. El bloque sur había adecuado más de seis hileras de ‘cambuches’ de poco más de 100 metros.

Las dimensiones rondaban los dos metros de largo por uno y medio de ancho. El relleno era tierra, pasto seco y una bolsa gruesa de plástico negra. El rectángulo que daba forma a la ‘cama’ estaba enmarcado en unos finos troncos de guadua y un gran hueco alrededor en la tierra que marcaban el canal de desagüe. En medio, los guerrilleros ofrecieron un gusto que nunca permite la guerra: un colchón que amortigüe el frío contacto con la tierra.

El cuadro que termina de ilustrar las casas que por décadas montaron y desmontaron los miembros de las FARC en la selva del país, incluye un toldillo y una gigantesco ‘caucho’ negro que se extendía en la parte superior del ‘cambuche’ para proteger a los visitantes de la lluvia, pero que hacía que las calurosas tardes en la sabana fueran más intensas.

“En Arauca el único freno fueron estos ‘cambuches’”, dice Libardo, un viejo hombre comunista que relata lo que ha visto en más de 52 años de guerra.

No pertenece a la guerrilla, pero hay una lucha que siente común. En los años 90 perdió parte de su pierna izquierda. Negligencia médica o no, cuenta cómo un capitán se interpuso para que lo atendieran cuando llegó herido al hospital de Tame. Allí, después de mucho insistir, la única respuesta que tuvo el hombre que se había roto el Peroné y la Tibia fue enyesarlo.

Por más de una semana lo visitantes de El Diamante emularon la vida de los guerrilleros. Allí, junto a los Frentes 7, 10 y 15 tampoco encontraron un baño. Los miembros de las FARC habían adecuado varias letrinas o ‘chontos’ a los costados de la ciudadela y una gran canal en madera -en el recorrido de un riachuelo- que servía como suministro de agua para la conocina y donde todos se reunían a bañarse.

La convivencia versó en todos los aspectos. Así como muchos tenían la posibilidad de comprar sus alimentos por 15.000 o 20.000 pesos, cinco o seis guerrilleros o ‘racheros’ estuvieron preparando el desayuno, almuerzo y comida para los comensales.

“Caldo con arepa, espaguetis con arroz. Uno le propone al comandante. Él, dice si Sí o No. Cuando nos da los suministros debemos cocinar todo lo que nos dé”, cuenta una guerrillera que está en el canal intentando sacar el tizne de las ollas.

Ni rastro de la displicencia y autosuficiencia que las FARC mostraron en la negociación del Caguán. Son otros tiempos y otros procesos. La guerrilla se despojó de su hermetismo y la prensa de sus prevenciones. La hospitalidad sobresalió entre los participantes de la última conferencia guerrillera.

Doce años y un reencuentro

Marta (*) pisó El Diamante persiguiendo un sueño: reencontrarse con su hija. Está convencida de que entre las unidades guerrilleras que se preparan para concentrarse en el Yarí para la firma del acuerdo final este 26 de septiembre, está ella. Por eso aguarda desde hace tres días en uno de los ‘cambuches’ que le prestaron las FARC, esperando alguna noticia o que Dios le haga otro milagro.

La vio hace poco. Por eso la necesidad de volverse a encontrar con ella. Se vino desde el Meta con su hijo Pedrito para rescatar el tiempo que no la vio en más de una década. “Hace un mes, el día que nos reencontramos, corrí a alcanzarla y no dejarla ir”, dice. “Por eso volví”. Sabe poco de su hija, tanto como lo que le dijo en una carta a los 12 años, antes de partir.

“Le dije que estaba muy hermosa. Le agradecí a Dios por volverla a ver. Ella decía ‘-mi mamita está muy bonita y estoy orgullosa de verla’”, recuerda Marta, al mismo tiempo que detalla cómo fue ese “regalo” que le trajo el proceso de paz.

Con entusiasmo habla del momento. No fue en su casa como hubiera querido, pero “lo importante” es que se dio. “Cuando nos encontramos llegue, la miré a sus ojos y de una vez la conocí”, cuenta. Apenas fueron ocho días con ella, pero tuvo tiempo de conocer a sus hermanitos y que se cumpliera la profecía para volverla a ver, y es que: “ellos habían prometido: -‘solo matar un cerdo que teníamos ­cuando la conocieran y cuando el animal se comiera el pollo que les habíamos regalado y que había quedado caminando como pigüino. La profecía se cumplió y mi hija apareció”.

No hay rencor por la guerrilla. “No tengo nada contra ellos. Se han portado bien”, dice. Como Marta, decenas de familias no sólo llegaron a las sabanas del Yarí a reunirse con sus seres queridos, sino también en busca de aquellos de quienes perdieron el rastro.

“Mayerly Bustos busca a Simón Bustos”, “Marta Ramírez pide información de Junior Ramírez que entró al Frente 15, “A Ferley Romero lo busca la familia Rojas, ingresó hace 22 años”, leía en los intermedios de las verbenas la guerrillera que asumió el roll de presentadora.

Rosa llegó aquí por otros intereses. En Playa Rica La Y nunca podrá hacerse un agosto como el que prometía la Décima conferencia. Por eso, acomodó con su esposo un improvisado stand a un costado de la carretera principal donde no sólo acomodaron la ropa y zapatos que tienen a la venta, sino también una carpa para pasar la noche junto a sus hijos. Poco o nada sabe del conflicto colombiano, pero sí recuerda lo abandonadas que están estas tierras.

“Hay un profesor que dicta clases de inicial a noveno. No hay electricidad, ni centros de salud”, dice. “Uno lo que hace es aprovechar los tiempos buenos” y ver que dicen en las noticias, asegura otra de las vendedoras del lugar.

Se despojan de la guerra

Con el cese al fuego unilateral y bilateral, las cosas comenzaron a cambiar. Aunque todos hablan de sueños y luchas comunes, ahora queda tiempo para uno que otro “capricho individual”. El temor con el que se despertó Cristina se comienza a disolver en la promesa de una nueva vida.

Ahora juegan fútbol o volleyball. Mientras, los fusiles reposan en estacas enterradas en la tierra. Todos, sin excepción, andan desarmados con camisetas blancas y semiuniformados. La bandera de las FARC sólo ondea a la entrada de la ciudadela y la de Colombia fue la única que se izó en las ruedas de prensa.

Varias guerrilleras transitan con sus hijos en brazos o están en embarazo. “Desde hace como nueve meses en una reunión de consulta en un pleno general se dejó esa ventana de los embarazos abierta. Si lo querías tener bien, sino te lo sacan”, relata un guerrillero del Frente 10 que cuenta como la primer advertencia que se le hacía a las mujeres que ingresaban es que no pueden tener hijos. La negociación entre el Gobierno y la guerrilla cambió las perspectivas.

Como nunca antes se lo había visto, a los miembros del Secretariado se les vio despreocupados disfrutando de las verbenas que habían programado. En la clausura todos se juntaron en la misma tarima junto al maestro Alfredo Gutiérrez y René Iguita que aunque no se inmutó en todo el evento, tarareó las piezas que le dedicaron a cada uno de los miembros la cúpula de las FARC.

Aunque con torpeza el cantautor vallenato identificó el nombre y rostro de cada uno de ellos, a todos los complació con una canción: ‘Matilde lina’ a Joaquín Gomez, ‘Mi camisa de rayas’ a Pastor Alape fueron algunas de las piezas que corearon los centenas de guerrilleros que se concentraron frente a la tarima después de que el máximo jefe de la guerrilla, Timochenko, anunció que la máxima instancia de la guerrilla se acoge unánimemente a los acuerdos de paz.

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