10/12/2024/Maximiliano Pérez Gallardo, france24
El 27 de noviembre, grupos rebeldes lanzaron una sorpresiva ofensiva contra el Gobierno de Bashar al-Assad. Solo 12 días después, estos llegaron a Damasco, obligando al presidente a abandonar el país y derrocando a un régimen de 50 años de antigüedad. ¿Cómo los opositores rebeldes consiguieron tomar Siria en menos de dos semanas?
Los protagonistas de un inusual híbrido insurrecto tras la avanzada que terminó por desmoronar al ya frágil Gobierno de Bashar al-Assad son los miembros de diversas facciones armadas que tuvieron como enemigo común al Ejército sirio leal al oficialismo.
El grupo rebelde más fuerte es el Hayat Tahrir al Sham (HTS). Fue la rama siria de Al Qaeda antes de desvincularse en 2016. Es liderado por Abu Mohamed al Jolani, miliciano con orígenes políticos en el extremismo islámico que a lo largo de los años ha ido suavizando su discurso.
En segundo plano, pero con un papel vital para el avance rebelde, están las Fuerzas Democráticas Sirias (FSD), una alianza entre las fuerzas kurdas de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y otras milicias árabes que fueron esenciales para la lucha contra del autodenominado Estado Islámico (EI) en 2014, con respaldo de Estados Unidos.
En conjunto con grupos más pequeños, como el Ejército Libre Sirio y el Frente Islámico, el bloque rebelde fue capaz de sobrepasar a las fuerzas oficialistas en 12 días, acabando así con el régimen de la familia Al-Assad, que inició con el Gobierno de Háfez al-Assad en 1971 y terminó con el de su hijo este 8 de diciembre. ¿Cómo lo lograron?
Estrategia, motivación y coordinación entre los rebeldes
El éxito de la vertiginosa ofensiva rebelde que inició en una pequeña localidad en el noroeste del país y que llegó hasta Damasco en menos de dos semanas puede entenderse, en parte, por el poderío militar de la guerrilla, que no solo se traduce en un amplio arsenal armamentístico, también en la estrategia y fuerte coordinación entre los grupos del bloque opositor.
Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), máximo órgano político de la oposición exiliada, resaltó que la insurrección «fue una sorpresa para el régimen» de Al-Assad, remarcando que los combatientes rebeldes llevaban años entrenándose y puliendo sus capacidades organizativas.
«Los soldados de la oposición han estado entrenándose y se les ha dado sangre nueva. Se les ha enseñado a utilizar drones, a utilizar armas avanzadas y también a planificar y elaborar estrategias», expresó Al Bahra para la agencia EFE desde el Foro de Doha, en Qatar.
El líder opositor en el exilio reveló que una de las estrategias rebeldes más importantes fue la división del frente de batalla en turnos, detallando que los combatientes emprendieron un sistema de tres turnos rotativos, lo que les permitió seguir la lucha y los avances terrestres día y noche.
Otro de los puntos clave del poderío rebelde se posa sobre las «brigadas rojas», tropas de choque especializadas e integradas por combatientes experimentados, y sumamente radicalizados, que proveyeron de instrucciones y tácticas militares en el frente de batalla, además de ser los encargados de realizar las misiones más complejas.
«Las brigadas rojas tienen seis meses de entrenamiento y suelen ser combatientes veteranos muy ideologizados. En Alepo, se les envió por delante para operaciones de sabotaje y asesinatos de funcionarios del régimen», explicó Broderick McDonald, investigador en el King’s College de Londres, para el diario británico ‘The Guardian’.
Un Ejército sirio desgastado
En contraste a la fortaleza de los rebeldes y el empuje ideológico de los mismos, la debilidad del Ejército sirio fungió un rol esencial. En 2011, el Gobierno de al-Assad reprimió con dureza una ola de protestas populares, inspiradas por la ‘Primavera árabe’, que pedían la democratización del país, desembocando en una guerra civil que, 14 años después, parecía congelada en el tiempo.
En el estallido de la guerra civil siria, el brazo del Ejército oficialista gozaba del armamento, la capacitación y los elementos necesarios para controlar el país. Sin embargo, los años de lucha no han pasado inadvertidos y algunos expertos afirman que la empresa castrense siria perdió alrededor de 300.000 integrantes desde el inicio de la guerra, entre las bajas, deserciones y jóvenes que evadieron la conscripción obligatoria.
Ahora, el Ejército sirio no es ni la sombra de lo que fue hace 14 años. La corrupción entre los altos mandos, la escasez de armas y suministros básicos, aunado a los pobres niveles de vida de los soldados, han generado un desmoronamiento interno de tropas, que, al final, no pudieron hacer frente a los rebeldes.
«No tienen ropa adecuada para el invierno para mantenerse calientes. No tienen camas. No tienen baños. Entonces, ¿por qué deberían luchar? ¿Para quién? Mientras, nuestros combatientes son los desplazados internos que quieren volver a sus hogares, así que están luchando para volver a sus casas», añadió Al Bahra.
Durante los 12 días de insurrección, las redes sociales se inundaron de vídeos que mostraban a decenas de soldados dejando las armas sin resistencia y escapando de sus posiciones tan pronto los rebeldes entraban a las ciudades. En un punto, el HTS dio la instrucción a sus combatientes de no atacar a aquellos soldados que no opusieran resistencia y algunos miembros del Ejército terminaron uniéndose a la resistencia.
Los aliados Rusia, Irán y Hezbolá, debilitados
Finalmente, la fugaz caída del régimen de Al-Assad solo fue posible debido al abandono de sus tradicionales aliados extranjeros.
A través de sus 24 años de Gobierno ininterrumpidos, Bashar al-Assad dependió mayoritariamente del apoyo de Rusia e Irán para sostener su impopular Administración a través de la fuerza, sin embargo, el convulso escenario actual orilló a sus aliados a dejar al presidente sirio a su suerte.
Rusia fue uno de los respaldos más importantes para el régimen sirio, dotando al Ejército nacional de apoyo aéreo con bombardeos indiscriminados a través del territorio que terminaban por replegar a las fuerzas rebeldes y desactivar sus intentos de insurrección en contra del oficialismo.
Sin embargo, la guerra en Ucrania ha desviado la atención militar del Kremlin, que ha priorizado la protección de sus intereses y avances bélicos contra Kiev, imposibilitando el envío de tropas o aviones de combate a territorio sirio.
Por otro lado, está Hezbolá. La milicia chiita libanesa había sido fundamental para la contención de los rebeldes sirios en tierra, con miles de tropas desplegadas en el país que, recurrentemente, iban en apoyo de las tropas oficialistas durante los intentos rebeldes por expandir su control.
Pero la guerra que emprendió Israel en contra de la milicia libanesa, financiada por Irán, dejó a Hezbolá en estado crítico. Con el repliegue de sus tropas en Siria para apoyar en la confrontación al sur de Líbano y el asesinato de Hassan Nasrallah junto a otros altos mandos de la organización, Hezbolá dejó de tener una fuerte presencia en el país vecino, algo que fue resentido por las fuerzas militares sirias.
«Los rebeldes sirios tienen una larga deuda de sangre con Irán y la ofensiva se produjo ahora porque Irán y sus aliados eran demasiado débiles para seguir reforzando al régimen sirio», sentenció Wassim Nasr, experto en Medio Oriente para France 24.
Irán, igualmente enfocado en su confrontación, mediante Hezbolá, contra Israel y precavido de una posible escalada en las agresiones, no envió asistencia militar al Gobierno de Al-Assad, que estaba acostumbrado a contar con el fuerte apoyo internacional de sus socios para robustecer su precario Ejército.
Sin apoyo de sus aliados, con un Ejército lastrado por la precariedad y frente a un bloque rebelde bien organizado y motivado, el régimen de Al-Assad fue derribado en cuestión de semanas, abriendo un nuevo capítulo en la historia de Siria, con un futuro aún incierto.
Con AP, EFE, Reuters y medios locales
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