05/09/2016/EFE/AJV
«El Noa, Noa» abrió sus puertas en 1964. «Era la época del rock, Rollings Stone, Beatles» y un grupo local comenzó a interpretar los éxitos de aquel entonces; «esa fue la base del éxito», apunta en una entrevista con Efe.
«El Noa, Noa», el mítico salón de baile que Juan Gabriel inmortalizó cuando le compuso una canción, no solo marcó la vida del cantautor fallecido el 28 de agosto, sino la de muchos juarenses que recuerdan con nostalgia aquellos años.
En ese salón ubicado a escasas manzanas del puente fronterizo Santa Fe, que conduce a la localidad estadounidense de El Paso, Alberto Aguilera Valadez, verdadero nombre de Juan Gabriel, tuvo la oportunidad de cantar por primera vez cuando tenía solo 16 años.
«Meche (Mercedes Álvarez, cliente del bar y amiga de Juan Gabriel) fue la que lo metió de contrabando porque él era menor de edad», y eso podía acarrear problemas, incluido el cierre del salón, cuenta David Bencomo, hijo del propietario.
«El Noa, Noa» abrió sus puertas en 1964. «Era la época del rock, Rollings Stone, Beatles» y un grupo local comenzó a interpretar los éxitos de aquel entonces; «esa fue la base del éxito», apunta en una entrevista con Efe.
La ciudad estaba inundada de estadounidenses porque en ese entonces, durante la Guerra de Vietnam, había una base cercana con 20.000 soldados «y los dejaban venir a divertirse aquí y gastaban todo lo que tenían porque no sabían si iban a volver», señala.
En 1966, Meche solicitó a los músicos que acompañaran a Alberto; «le gusta cantar y tiene buenas canciones», dijo, y «la misma gente que le tocó participar en ello le pidió a mi papá que le dejara más aquí», apunta el dueño del bar Yankees, ubicado a escasos metros de lo que era «El Noa, Noa».
«Él llegó e hizo lo que sabía hacer y de esa manera se le abrieron las puertas e inició una gran carrera»; «El Noa, Noa» fue el primer lugar donde tuvo un público y ganó un salario que ascendía a cinco dólares diarios, recuerda.
Estuvo «unos 18 meses, calentándose, preparándose, agarrando la mayoría de edad y, en el momento que se sintió fuerte, empezó a salir del Noa Noa» y a conseguir contratos a nivel local.
En aquella época su nombre artístico era Adán Luna y se convirtió en «la estrellita de todos los lugares por aquí, el Boom Boom, el Malibú, la Cucharacha», detalla el empresario.
«Estaba destinado, Alberto era una persona que nació para eso», aunque en el camino tuvo que superar muchas dificultades, entre ellas una infancia alejado de su madre, Victoria Valadez, que lo internó en un orfanato de Juárez siendo muy pequeño por falta de recursos.
Aunque el artista nació en 1950 en el pueblo de Parácuaro, en el occidental estado de Michoacán, cuando aún era un bebé su familia se trasladó a la ciudad fronteriza, donde su madre trabajó como empleada doméstica en una casa que Juan Gabriel compró años después.
Juanga es «una muestra para todas las generaciones (…) de que el sacrificio, el esfuerzo y la disciplina nos puede llevar muy lejos», sostiene Bencomo, quien sueña con reabrir «El Noa, Noa».
En febrero de 2004 un incendio provocado por un cortocircuito acabó en dos horas con el centro. «Todo se perdió, yo tenía una galería inmensa de la historia del Noa, Noa», lamenta, y agrega que aguantaron «año y medio» buscando alternativas para reabrirlo.
Fue entonces cuando se enteraron que los abogados del artista ya habían registrado el nombre, por lo que el Divo de Juárez debía cederle los derechos para poder utilizarlo.
Pero la ciudad, explica, comenzó a complicarse por la disputa entre los cárteles de las drogas: «empezaron a matar, a pedir cuotas, los secuestros, las maquilas cerraron», así que era necesario salir «de esa carga para evitar» que sus otros centros nocturnos se vieran afectados.
Un vecino lo compró, liquidó lo que estaba pendiente y en 2007 lo convirtió en estacionamiento, señala el empresario, que sostiene que «el Noa, Noa» debe levantarse de nuevo y «en esta avenida (Juárez)», porque le hace «falta a la ciudad y a todos los que somos de aquí».
Del salón queda una placa conmemorativa en la acera donde estos días se han congregado sus admiradores para recordar al divo, cuyo rostro quedó plasmado en un mural cercano.
«Si levantamos el Noa, Noa», si su casa de la Avenida 16 de Septiembre se convierte en museo y «si sus cenizas se quedan ahí, le vamos a dar un empuje muy fuerte a la ciudad», asegura Bencomo, quien debe hablar con la familia o sus abogados sobre el salón.
Es el momento de hacerlo, la respuesta de sus admiradores ha sido «inmensa» en todo el mundo, sostiene el empresario, algo en lo que difiere Sergio Durán, que estuvo 13 años en el albergue infantil que el intérprete sostuvo durante casi tres décadas.
Este joven de 27 años, que ahora se dedica a la música, cree que eso debió ocurrir cuando el autor de éxitos como «Amor eterno» estaba vivo, porque fue él quien hizo famoso ese lugar. «Sin Juan Gabriel, ya no es igual», destaca.
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