28/10/2016/AFP / SG
ns N’Roses metió el jueves a unas 40.000 almas en una trituradora de nostalgia y durante 120 minutos Lima se convirtió en aquella «Ciudad Paraíso», impávida incluso al fuerte temblor que sacudió la capital peruana durante el concierto.
Imponiendo un récord en su legendaria impuntualidad, Axl Rose irrumpió en el Estadio Monumental con 40 minutos de retraso y con los acordes de Duff McKagan en el bajo anunciando «It’s so easy» le puso fin a 30 años de espera para miles de fanáticos que ansiaban ver a los emblemáticos de esta banda de rock pesado tocar juntos desde su creación en 1985.
La mayoría de los asistentes al recital los habían escuchado por primera vez tres décadas atrás en canales de TV de bajo presupuesto vía UHF, o en cassettes. Aquellos con más recursos los compraban en cintas o vinilos originales, pero la mayoría conseguía copias piratas con la carátula hecha de una fotocopia, que vendían en las calles del centro de una Lima entonces vapuleada por la crisis económica y el terrorismo sembrado por las guerrillas.
Ese episodio de violencia en Perú no era desconocido para la banda. En «Civil War», canto de condena a este tipo de conflictos, Axl frasea, en inglés, casi al final, las expresiones de un militante de la guerrilla de Sendero Luminoso, consignada en un reporte del Chicago Tribune en 1989: «Usamos la aniquilación selectiva de alcaldes y autoridades, por ejemplo, para destruir la presencia del estado y crear un vacío. Luego llenamos ese vacío (…)».
«Civil War» estuvo el jueves en el repertorio, donde un aclamado Slash desempolvó la guitarra de doble mástil, que usó nuevamente para «Knockin’ on heaven’s door», mientras la silueta de mujer que lleva tatuada en el brazo derecho se contorneaba al compás del tema de Bob Dylan.
– Axl, el de siempre-
«Not in this Lifetime», respondió alguna vez Axl cuando le preguntaron si tocaría de nuevo con Slash. Juntos de nuevo, así se llama la gira que, en Latinoamérica, empezó en Perú e irá luego a Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica y México.
Ya no usa aquellos shorts de lycra ceñidos que dejaban ver sus piernas escuálidas en los 90. Hoy con la barriga prominente, prefiere los jeans rasgados, aunque no ha soltado sus botas vaqueras y la camisa grunge de cuadros rojos y blancos amarrada a la cintura. Una bandana roja en la cabeza y el sombrero que aparece en «You could be mine» son un golpe a la nostalgia, como su casaca de flecos y sus collares con cruces.
Paseó rápidamente por sus álbumes «The Spaghetti Incident» (1993) y «Chinese Democracy» (2008), pero se dedicó por entero a los éxitos de «Appetite for Destruction» (1987), «Use Your Illusion» I y II (1991), además de «Lies» (1988).
Duramente criticado por haber remplazado a Brian Johnson en AC/DC, Axl hizo rejuvenecer su voz en varios momentos. Aquella aspereza de aguardiente aún se luce en «Estranged» o «November Rain», esta última con un solo de guitarra que estremeció las fibras románticas que se esconden bajo la coraza rockera de los fanáticos.
El sonido de «Night Train» invitó a ‘poguear’ -moverse frenéticamente, topándose con el compañero- a cientos de personas que, probablemente, terminaron adoloridas. Ya no está el cuerpo para esos trotes.
«Cada letra, cada acorde, cada solo de guitarra era parte de nuestra infancia, de nuestra adolescencia o de nuestra juventud. Hoy seguramente estaremos arruinados de tanto saltar y cantar, pero valió la pena dejarnos llevar a la ciudad paraíso», escribió Gerardo Caballero, de 34 años, en su cuenta de Facebook.
Es la primera vez desde «Use Your Illusion Tour» de 1993 que Axl, Slash y Duff comparten escenario. Los acompañan el veterano Richard Fortus en guitarra, el baterista Frank Ferrer y Melissa Reese en los teclados.
El silbido anunció el turno de «Patience» y la noche se cerró con «Paradise City». No estuvo la emblemática «Don’t Cry», aunque quizá la noche no estaba para corazones solitarios. Eso no evitó que se escaparan lágrimas de melancolía.
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