27/11/2016/AS
El alemán fue segundo en un final de carrera emocionante con Vettel tercero y Verstappen cuarto. Alonso fue décimo y Sainz abandonó.
Corría con el casco puesto por la parrilla. Tensión. “Go Nico, gooo”, le dijo una reportera con sonrisa incluida sin poder evitarlo. Pero el alemán ni siquiera miró. Tenía que ir al baño antes de empezar, aliviar los últimos nervios que le acompañan desde hace semanas. Estaba ante el sueño de su vida, ante su momento, ese instante eterno que todos buscamos y solo algunos elegidos son capaces de descubrir, de vivir, de encontrar esa emoción intensa como el rayo verde del desierto. En su camino se cruzó también con un anciano alto y encorvado que le miró sin verle.
Caminaba lento, con su bastón, apoyado en su escolta de confianza Juan Carlos I. Antes estuvo con sus pilotos. Volaba Carlos Sainz, el padre, a buscar a Fernando Alonso. “Que es el Rey, que quiere verte”, decía. Y el asturiano allá que iba. ¿Donde está? Y los dos, junto a Sainz hijo en el box de Toro Rosso saludando al monarca que fue. Allí las reporteras ensayaban sonrisa y preguntas para el emérito. ¿Lograrían que contase que el asturiano vuelve a Ferrari? Ni siquiera quiso opinar sobre el campeón del mundo. “¿Hamilton o Rosberg? El que gane será el mejor”, dijo.
Y tiene razón. Ganó el mejor. O al menos el que ha sido mejor este año si quieren. A pesar de todas las opiniones, de las sensaciones e incluso de algunas evidencias, lo cierto es que en estos momentos el mejor es Nico Rosberg y por eso se ha convertido por primera vez en campeón del mundo después de un eterno campeonato de 21 grandes premios en el que ha ganado nueve carreras, dieciséis podios y que ha terminado diecinueve ocasiones por las dieciocho de su rival y un abandono, en España, por los dos de Lewis Hamilton, uno más en Malasia.
Aquel día cambió todo. El grito terrible del inglés en esa carrera al ver su motor en llamas, su precioso y potente propulsor Mercedes, auguraba su primer fracaso con uno de los mejores coches de siempre. Desde entonces el alemán ganó en Japón y puso su mente y su corazón a bajas revoluciones para conservar su puesto. Y Lewis ganó las cuatro últimas carreras, pero con su compañero al lado como una sombra.
También en Abu Dhabi, en la carrera del desierto y el mar, del día y la noche, donde todo podía pasar, Hamilton intentó todo. En las cinco últimas vueltas pretendía meter a Vettel y Verstappen entre los dos para ser campeón. No pudo. Por poco. Antes salieron bien los de delante, el inglés primero, el alemán detrás, pero después llegaron las estrategias de los equipos y de Hamilton. Y con Ferrari acertando esta vez en la táctica para meter Sebastian en el podio y amenazar el título de su compatriota. Paró tarde y con los ultrablandos hizo diez vueltas del tetracampeon para pasar a Raikkonen, Ricciardo, Verstappen e irse a por Rosberg. En ese momento los dos Mercedes y Seb en el mismo segundo.
Y Max, que remontó desde la última plaza con una sola parada tras un toque de Hulkenberg en la salida, con las gomas muy desgastadas intentando todo. Pero más aún Vettel metiendo el coche a Nico. Dos vueltas. A todo esto Sainz se había retirado con muchos problemas y Alonso era décimo luchando con Massa por el noveno. Batalla menor en espera de tiempos mejores. Unos metros por delante el corazón bombea a mil pulsaciones por minuto a Rosberg. Última vuelta. Vettel que le mete el coche.
Hamilton despacio, Verstappen se acerca, los cuatro en un segundo. “No voy a perder esta carrera aunque pierda el Mundial”, dice Lewis. Y tiene razón. Últimos metros y el tricampeón gana, pero se queda en tres, Nico, Nico Rosberg, en el nombre del padre, el hijo de Keke, ya es un grande, ya grita como campeón del mundo: “Yeeeeeehhhh”. Esto acabó. Se lo merece.Ya puede estar tranquilo. Ganó a Schumacher, ahora a Hamilton. Sainz abandonó, Alonso décimo. El año que viene más. Y mejor… Ya lo verán.
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