11/12/2017/EL PAÍS
Jeff Bezos es el hombre más rico del mundo. A finales de semana, la fortuna del fundador de Amazon superó la barrera de los 100.000 millones de dólares, y en los últimos años su cibercompañía no ha dejado de ampliar el negocio. Desde hace tiempo, amazonización es para muchas empresas un término que infunde terror, y el poder de Bezos aumenta a medida que aumenta su riqueza. Sin embargo, hace mucho que la verdadera fortuna del empresario ha dejado de ser tan astronómicamente grande como hace suponer el sonido de la cifra.
Y es que el poder del dinero no se mide según la cantidad de riqueza disponible en el conjunto de la economía. Estados Unidos, el país en el que Bezos ha amasado su patrimonio, es una economía gigantesca. A la vista de su tamaño, hasta los miles de millones del fundador de Amazon parecen poca cosa. Toda la hacienda de este emprendedor de 53 años no representa más que el 0,5% de la suma de los bienes y servicios que se producen en Estados Unidos en un año.
Lo mismo pasa con Bill Gates, fundador de Microsoft, y sus 89.000 millones de dólares, y el legendario inversor Warren Buffet y sus 79.000 millones, que sumados equivalen solamente a una pequeña parte de lo que se produce en Estados Unidos. El hecho no cambia ni siquiera cuando se les añaden los que ocupan el cuarto y el quinto puesto de la lista de ricos del país: Mark Zuckerberg, director de Facebook (75.000 millones), y Larry Ellison, fundador de Oracle (54.000 millones). Los cinco hombres más acaudalados de Estados Unidos alcanzan en conjunto la considerable fortuna de 394.000 millones de dólares, pero incluso esta cifra no supone más que el 2,1% del PIB nacional. En Estados Unidos, por tanto, no se puede hablar de una acumulación nociva de riqueza. En otras economías las cosas son muy diferentes.
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Hay países en los que las cinco personas más ricas tienen tanto dinero que con él podrían comprar una cuarta parte, o incluso un tercio, de los bienes y servicios que se producen en ellos en un año. Allí, los multimillonarios son mucho más influyentes que en Estados Unidos. Sus fortunas se traducen en poder económico, y a menudo también político. La verdadera lista de los ricos revela esta influencia; en ella, las grandes fortunas se definen en relación con el producto de la actividad económica. Welt am Sonntag la ha elaborado basándose en datos del servicio financiero de Bloomberg, el cual no solo proporciona información sobre los patrimonios relativos, sino que permite sacar conclusiones sobre las sociedades de las que proceden los ricos y sobre las cuales estos ejercen luego su influencia. Las respectivas concentraciones de riqueza muestran hasta qué punto las economías están dominadas por los “oligarcas”. Incluso es posible determinar el grado de oligarquización de cada país. Cuanta más riqueza concentran en sus manos las cinco personas más ricas, mayor es el riesgo de que estas puedan influir más de la cuenta en el Estado y la sociedad. Precisamente así se define el término “oligarquía” (“gobierno de unos pocos”): un grupo reducido de personas mueve los hilos, y por regla general, se sirve de ello para amasar grandes fortunas para sus integrantes.
Normalmente, en los países pequeños, el grado de oligarquización es mayor que en los grandes. El valor más alto resulta en dos antiguas colonias de la corona británica: Hong Kong y Chipre. En la ciudad-Estado china, las haciendas de las cinco personas más ricas representan el 33% de la economía. Li Ka-shing, su ciudadano más adinerado, posee 34.000 millones de dólares, equivalentes al 10,5% del PIB. Conocido como Superman en los medios de comunicación hongkoneses, el empresario de 89 años gobierna Hutchinson, su grupo de empresas, como un imperio. Para no llegar nunca tarde, lleva su reloj 20 minutos adelantado.
Únicamente en Chipre se da una concentración de riqueza más extrema. Allí una sola persona, John Fredriksen, posee el equivalente a más del 52% del PIB. La fortuna de este noruego hecho a sí mismo, que en 2006 adoptó la nacionalidad chipriota por motivos fiscales, está valorada en más de 10.000 millones de dólares. Además de en la industria naviera, el empresario tiene participaciones en el negocio petrolero. Frederiksen no es el único multimillonario de la isla mediterránea. Los siguientes cuatro chipriotas con grandes fortunas suman el 28% del PIB.
En los países nórdicos, que precisamente defienden el equilibrio social, la concentración de riqueza es sorprendente. Dinamarca arroja un factor de oligarquización del 11%, y Suecia, incluso de 19%. Esto no tiene que ver solo con el hecho de que, a sus 81 años, Ingvar Kamprad sea una de las personas más ricas de Europa, cuya fortuna se calcula en 48.000 millones de dólares, casi el 10% del PIB sueco. Otros compatriotas también han acumulado riquezas enormes. Por ejemplo, Stefan Persson, propietario de gran parte de las acciones de H&M, que además de muchas otras propiedades posee 8.700 hectáreas de terreno en Inglaterra.
A pesar de esta concentración de riqueza, los países escandinavos no tienen fama de ser plutocracias gobernadas por el dinero. Puede que esto tenga que ver con su larga tradición de sociedades burguesas con una economía de mercado. La situación es diferente en los países que han introducido el capitalismo hace poco, y sobre todo en los del antiguo bloque del Este.
Por ejemplo, en la República Checa el factor de oligarquización es nada menos que del 12%. Andrej Babiš, uno de los multimillonarios del país, acaba de lograr la mayoría parlamentaria con el movimiento populista fundado por él. En realidad, su fortuna asciende “solamente” a 4.100 millones de dólares, pero la suma equivale a más del 2,1% de la economía checa. En comparación, la influencia económica del presidente estadounidense Donald Trump parece extremadamente modesta. Con su fortuna de 2.900 millones de dólares, según cuantificación de Bloomberg, The Donald representa un ínfimo 0,016% de la economía de su país.
Babiš ni siquiera es el ciudadano más rico de la República Checa. Por delante de él en la lista de acaudalados se encuentra el inversor financiero Petr Kellner. Su fortuna de 12.300 millones de dólares equivale al 6,3% de la producción de su país en un año. Al igual que algunos rusos, los oligarcas checos también se beneficiaron de la caída del Muro. Gracias a sus contactos con el mundo de la política, durante las privatizaciones lograron hacerse con una buena tajada de la economía nacional. Babiš es un ejemplo de có,o la prosperidad económica se puede convertir en poder político. En 2011 fundó el movimiento Alianza de Ciudadanos Descontentos (ANO), una especie de receptáculo para los checos indignados.
En Rusia, madre patria de la oligarquía, la concentración de riqueza es importante. Los cinco rusos más ricos poseen casi el 7% del conjunto de la producción del país. A primera vista puede parecer poco, pero en una economía tan grande supone un valor asombrosamente alto. Hasta 1990, también en Rusia la riqueza estaba repartida de manera más o menos igualitaria. La acumulación se produjo en los años inmediatamente posteriores. Hoy en día, tanto Rusia como la República Checa presentan los inconvenientes de la concentración extrema de riqueza, si bien de diferentes maneras. Una característica es la tendencia al denominado capitalismo clientelista, en el cual un grupo reducido de adinerados se aprovecha con complicidad de su poder para defender sus privilegios. A los recién llegados al mundo empresarial se los relega o se los desanima desde el primer momento, lo cual perjudica al dinamismo y la capacidad de innovación de la economía. Por algo la República Checa, tras la separación, ha quedado rezagada con respecto a Eslovaquia, cuyo factor de oligarquización es de tan solo el 1,3%.
A Rusia, con su sistema de multimillonarios, tampoco le ha ido especialmente bien. El país lleva 30 años de relativo declive. En particular, el Kremlin no sale muy bien parado de la comparación con China. Aunque oficialmente comunista, la República Popular también tiene muchos millonarios y multimillonarios. Sin embargo, con sus 48.000 millones de dólares, Jack Ma, su ciudadano más rico, apenas alcanza un factor de oligarquización del 0,4%. En cambio, Alexej Mordaschow, el ruso más rico, representa el 1,5%.
En el extremo opuesto de la tierra, llaman la atención sobre todo el estado petrolero de Colombia, con un 12,5%, y México, con un 10%. El multimillonario Carlos Slim ‒ barón de Telekom en México y ex número uno de la clasificación de personas más ricas del mundo‒ representa él solo el 6,1% del conjunto de la economía de su país. El año que viene habrá elecciones en México, y también podría llegar al poder un populista.
En Europa rara vez se da una concentración de riqueza tan extrema como en Latinoamérica. Entre las grandes economías occidentales, destaca Francia. Allí el nivel de concentración de riqueza es del 6,7%, igual que en Rusia. En la segunda economía de la zona euro, las familias fundadoras de grandes marcas de lujo como L’Oréal han amasado fabulosas fortunas por encima de todas las guerras y los vuelcos políticos. En no pocos casos, los cimientos que lo han permitido se pusieron ya en época napoleónica.
En cambio, Alemania apenas está oligarquizada. Es cierto que en este país también hay enormes fortunas familiares, por ejemplo la de Dieter Schwarz, que se calcula en 22.900 millones de dólares, pero incluso el patrimonio del propietario de Lidl y Kaufland solamente alcanza un factor del 0,66%. Aun así, Schwarz es un “oligarca” mayor que Jeff Bezos en Estados Unidos. En términos puramente porcentuales.
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