13/09/2016/La Tercera
Aunque el color que predomina en Boyacá, departamento ubicado al nororiente de Colombia, es el verde de sus montañas, por estos días el panorama está teñido de rojo. El triunfo de Nairo Quintana en la Vuelta a España ha transformado a la región cercana a los Andes, en especial al humilde poblado de Cómbita, donde nació en febrero de 1990 y en el cual creció y se hizo ciclista. Curioso. Madrid, en cambio, se ha teñido de amarillo por el mismo motivo: los paisanos del gran héroe sudamericano corearon el domingo con banderas y camisetas sus pedaladas triunfales. Quintana revuelve los colores.
La mañana del domingo en Boyacá empezó fría y con lluvia, con temperaturas cercanas a los 10 grados, pero rápidamente el calor humano y las ruanas de lana calentaron el ambiente. Los habitantes de la aldea, ocupada en su mayoría por campesinos que han trabajado el campo por generaciones, cesaron por un momento la faena para apostarse frente a los televisores y vitorear a su hijo predilecto. Frente a la casa de los Quintana, una multitud ondeaba banderas de Colombia y de Boyacá y gritaba de júbilo, esta vez no por los goles de James Rodríguez ni por los saltos de Caterine Ibargüen, sino por las pedaladas del Cóndor de Cómbita. Incluso, el logro de Nairoman se extendió más allá de tierras neogranadinas y cubrió toda Sudamérica, que también celebró como propia la conquista de uno de los suyos en el máximo nivel de uno de los grandes deportes individuales. Una excepción con sabor a gesta.
Luis Quintana y Eloísa Rojas, los padres de Nairo, no ocultaban su satisfacción. Él vestía un polo de color rojo y ella una chaqueta con la misma tonalidad con la que se paseó su hijo por las cumbres ibéricas. En Madrid, el campeón de la Vuelta celebró su gesta con champán, junto a sus compañeros del Movistar y rodeado de entusiastas compatriotas, mientras a más de ocho mil kilómetros, en los campos de Boyacá, se eligió el sancocho de gallina y alguna copa de aguardiente.
“Llevamos tres semanas sin dormir”, contó don Luis. “Él sufre en cada puerto, pero nosotros a la distancia también sufrimos con él. Al fin vamos a poder disfrutar”. Justamente, fue el padre de Nairo quien le compró su primera bicicleta, cuando apenas era un niño. Boyacá, donde se produjo en 1819 la batalla decisiva para la independencia de Colombia, es hoy una de las grandes canteras de ciclistas del país. La bicicleta es una herramienta de trabajo y de la cotidianidad. Los mayores van al trabajo en dos ruedas, mientras los jóvenes la usan para hacer mandados e ir al colegio, como fue el caso de Quintana. Él prefería hacerlo así, no por ahorrarse los 500 pesos (poco más de 10 centavos de dólar) de la ruta escolar, sino porque por sus venas ya corría la sangre de escarabajo.
En ocasiones, contó la familia Quintana, su hermana no podía sortear la pendiente de las cumbres boyacenses, y el bueno de Nairo no solo subía sobre su pesada bici de hierro, sino que con un cordón también la remolcaba a ella. Los 14 kilómetros que separaban su casa del colegio eran un puerto de montaña que debía sortear dos veces diarias. Allí, en la localidad ubicada a tres mil metros de altura, se empezó a desarrollar su fisiología privilegiada, que hoy le hace promediar un ratio de 6,5 vatios/kilo en ascenso y un consumo máximo de oxígeno de 90 ml/kilo por minuto, el doble que una persona normal.
Doña Eloísa, poco después de certificarse el triunfo del penúltimo de sus cinco hijos, relató que el flamante campeón de la Vuelta ha sido un vástago ejemplar. “Siempre ha sido un gran hijo, humilde, y dispuesto a ayudar en la casa”, comentó cerca de la tienda de alimentación La Villita, que ella aún atiende y que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los fans del ciclista de 26 años.
Su padre destacó la tenacidad que muestra Nairo en las cumbres europeas y que, según su opinión, se empezó a gestar en el clan familiar. “El sacrificio de los campesinos acá es tenaz. Somos gente trabajadora desde nuestros ancestros. Es nuestro estilo de vida”, dijo don Luis, que cultiva papas y que pese a sus problemas de salud nunca ha abandonado el trabajo en el campo, con el que levantó su familia.
En Cómbita, tierra de gente sencilla, noble y trabajadora, se entonó con orgullo el himno de Boyacá, cuya primera frase es “Adelante a la cima que guarda”. La misma cima que coronó Quintana en la geografía española y que hoy le encumbra como el ídolo de un pueblo, de un país y de todo un subcontinente.
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