04/05/2017/Infobae
¿Por qué Nigeria no es Noruega? En la misma época, hace poco más de medio siglo, a tantos kilómetros de distancia hallaron en ambos países la misma cantidad de petróleo en su subsuelo. En la actualidad, Noruega es Noruega y Nigeria ostenta, además de una pobreza abyecta, la destrucción del delta del río Níger. Sus 70.000 kilómetros cuadrados de superficie cubren casi el ocho por ciento de la superficie de uno de los más grandes países del África central, una región con marcada tendencia a la contaminación: antes del petróleo, durante el protectorado británico, era un cúmulo de ríos de aceite. De aceite de palma, su principal producto de exportación.
Luego llegaron el petróleo y Shell. La empresa de origen holandés provocó en 2008 un derrame de 600.000 barriles de petróleo. Pero no fue accidente, sino costumbre. En los años anteriores, el desaprensivo manejo del crudo provocó tantos daños que, según Amnesty International, «destruyó la pesca y el ganado, subió hasta diez veces el precio del pescado y llegó a las reservas de agua potable, además de dañar la vista y producir dolores de cabeza a los lugareños». La empresa negó todo, contaminó los procesos judiciales y abonó una risible indemnización de 70 millones de euros que quedaron atrapados en la otra plaga de la nación africana, la corrupción.
El delta del Níger no se recuperó. Es más, el Instituto Blacksmith lo incluyó reiteradamente -y así sigue hasta el presente- entre los diez sitios más contaminados del planeta. Es el resultado de esa costumbre llamada saqueo. Entre 1976 y 2001, ya se habían contabilizado siete mil incidentes de vuelco de crudo a las aguas, y prácticamente nada de todo eso ha sido remediado. El Nigerian Medical Journal estimó en 2013 que la contaminación extendida y constante condujo a una reducción del 60 por ciento de la seguridad alimentaria de los hogares nigerianos, sin contar que el contacto permanente con el petróleo y sus gases tóxicos propaga el cáncer y la infertilidad.
Trans-Niger es el nombre que recibe el oleoducto que Shell maneja desde 1953, tras reemplazar una colonización por otra. El caño, que transporta 180.000 barriles de crudo diarios y derrama otros tantos, atraviesa el mayor humedal de África, una de las mayores concentraciones de biodiversidad del planeta. El oleoducto, ruinoso, oxidado y sin mantenimiento alguno, es la fuente de aporte sistemático del petróleo que impregna el delta del Níger, pues casi un diez por ciento de lo que transporta, se pierde. Y aún así, está claro, es negocio: la remediación, el saneamiento y la protección ambiental no están entre sus costos.
Con una dosis de cinismo equivalente a los derrames, algunos hablan de la «maldición de los recursos naturales» para justificar la desidia de los países dotados de ecosistemas valiosos. Alcanza con llevar la vista a Noruega para desmentirlo.
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