25/02/2016/F-35C / Andy Wolfe
10.000 millones de dólares en el desarrollo y otros tantos en la adquisición de los novedosos aviones F-22 y F-35 invirtió EE.UU. para finalmente averiguar que no son ‘indetectables’.
Estados Unidos ha invertido 10.000 millones de dólares en el desarrollo de la quinta generación de cazas furtivos como el Lockheed Martin F-22 Raptor y el F-35 Joint Strike Fighter.
Sin embargo, mejoras relativamente simples en el procesamiento de señales, combinadas con un misil con una gran ojiva y su propio sistema de guiado terminal, podrían potencialmente permitir a radares de baja frecuencia y los sistemas de tales armas atacar y destruir aeronaves de EE.UU. de la última generación.
Es bien sabido dentro del Pentágono y los círculos de la industria militar que los radares de baja frecuencia que operan en las bandas de VHF y UHF pueden detectar y seguir las aeronaves furtivas [‘stealth’], afirma Dave Mujamdar, analista militar de la revista estadounidense ‘The National Interest’.
Generalmente se ha considerado que este tipo de radares no pueden guiar un misil hacia un objetivo fabricado según la tecnología ‘stealth’. Pero esto no es correcto, hay maneras de solucionar este problema, según algunos expertos de EE.UU. entrevistados por Mujamdar.
Los misiles guiados por radares de baja frecuencia tienen dos limitaciones. La primera es la anchura del haz de radar, mientras que la segunda es la anchura de los pulsos de radar. Sin embargo, ambas limitaciones pueden ser superadas con el procesamiento de la señal.
Según Mike Pietrucha, exoficial de guerra electrónica de la Fuerza Aérea estadounidense, el procesamiento de anchuras de pulsos de radares resuelve parcialmente el problema de la resolución de alcance desde la década de 1970. La clave es un proceso llamado Modulación de Frecuencia en Pulso, que se utiliza para comprimir un pulso de radar.
Hay también varias otras técnicas que pueden utilizarse para comprimir un pulso de radar, como la modulación por desplazamiento de fase o PSK (Phase Shift Keying). De hecho, de acuerdo con Pietrucha, la tecnología de compresión de impulsos tiene décadas de antigüedad y fue enseñada a los oficiales de la Fuerza Aérea de guerra electrónica durante la década de los 1980.
La solución
Ingenieros resolvieron el problema de la resolución direccional mediante el uso de radares AESA, prescindiendo de la necesidad de una matriz parabólica. A diferencia de los antiguos radares de barrido mecánico, los radares AESA, cuyo elemento transmisor y receptor se compone de numerosos módulos independientes instalados en una superficie plana, estos emiten sus haces electrónicamente. Este tipo de radares pueden generar múltiples haces y comprimirlos en anchura, velocidad de barrido y otras características.
La potencia de cálculo necesaria para llevar a cabo esa tarea está disponible desde finales de 1970. Con una ojiva de misil suficientemente grande, la resolución de la distancia no tiene que ser precisa. Por ejemplo, el ya anticuado sistema soviético S-75 Dvina, con su ojiva de 200 kilogramos de peso y un radio letal de 50 metros, no la tendría difícil. Con un pulso comprimido hasta la resolución de unos 75 metros, tendría buenas chances de impactar una aeronave, o por lo menos, explotar bastante cerca, según Pietrucha.
Es más, «un misil dotado con su propio sensor, tal vez un sensor de infrarrojos, con un volumen de escaneo de un kilómetro cúbico, sería un enemigo aún más peligroso para un F-22 o un F-35», concluye el autor.
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