05/11/2017/BUENAVIDA
La imagen de Abebe Bikila al cruzar la línea de meta dio la vuelta al mundo. Se convertía en el primer africano en conseguir un oro en unos Juegos Olímpicos –Roma, 1960– y batir el récord mundial en la prueba reina. Pero, además, la gesta fue aún mayor. Por todos los rincones del planeta se hablaba del atleta etíope que completó los 42 kilómetros con sus pies descalzos.
Su hazaña –que repetiría al año siguiente ya con calzado– ha quedado para los anales del deporte. Una historia de superación, sacrificio y… ¿mejor rendimiento?
Un estudio de 2016, publicado en la revista Journal of Sport and Health Science, concluía que correr descalzo, siempre que se haga de la manera adecuada, “disminuye considerablemente las posibilidades de que el atleta sufra lesiones, ya que produce cambios significativos en el tipo de apoyo del pie”.
En efecto, al correr sin zapatillas, la tendencia natural del pie es a iniciar el contacto con el suelo con la parte delantera –metatarsiana– para minimizar los picos de impacto. Esto obliga, por otra parte, a todo nuestro aparato locomotor a involucrarse en el ejercicio. ¿Consecuencias? Un mayor desarrollo muscular en piernas, abdominales y lumbares. Lo dicho: mayor rendimiento, menos lesiones.
Las deportivas innovan, pero al revés
Tecnologías de control de movimiento, optimización de la capacidad de amortiguación, mediasuelas acolchadas… El calzado deportivo ha encontrado un filón en el desarrollo tecnológico. No obstante, para muchos especialistas estos avances incentivan ese primer contacto con el suelo con la parte posterior del pie –calcánea–, lo que genera “importantes picos de impacto que inciden negativamente en la salud y el rendimiento deportivo”, explica Víctor Manuel Soto, uno de los autores de la investigación y catedrático del departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidad de Granada.
“Este comportamiento mecánico en las extremidades inferiores, unido a un excesivo movimiento trasversal del tobillo, parecen estar íntimamente ligados al desarrollo de lesiones de carácter crónico”, continúa Soto.
Y es que, como comentaba a Buenavida el podólogo deportivo Ángel González de la Rubia, coordinador del Rock and Roll Maratón de Madrid, “el ser humano está diseñado para caminar descalzo y en la naturaleza”.
El ideal, según los especialistas, sería andar con los pies desnudos al menos una hora al día por superficies naturales: la arena dura de la playa, el césped… Aunque no todo el mundo tiene estos suelos a su alcance. “Para aquellos que viven en la ciudad, un magnífico ejercicio para ejercitar nuestro sistema músculo-esquelético es subirse a una ‘bossu‘, media pelota de Pilates que se apoya en el suelo y cuya superficie blanda obliga a mantener el equilibrio, lo que fortalece músculos y ligamentos”, apunta González de la Rubia.
Niños más inteligentes
“Caminar descalzo es muy beneficioso, sobre todo si se hace sobre superficies rugosas, planas y sin inclinación lateral”, continúa en Buenavida Raúl Guzmán, jefe del Servicio de Osteopatía en Clínica VASS.
Fortalece los pies y la musculatura general, recupera la alineación de las articulaciones y el espacio anatómico, mejora la circulación sanguínea y contribuye decisivamente al desarrollo de los bebés “en el proceso de interconexión neuronal motora y reconocimiento del terreno”, explica Guzmán.
Un estudio publicado en 2007 en Revista Internacional de Ciencias Podológicas encontró que el movimiento físico y el estímulo sensorial del bebé a través de los pies descalzos era factor de aceleración de maduración, del desarrollo propioceptivo y del desarrollo intelectual del niño. “Niños descalzos igual a niños más inteligentes”, dice su autora, Isabel Gentil, de la Universidad Complutense de Madrid.
En los últimos tiempos, el conocido como barefoot running (correr descalzo) está creando tendencia. Aunque los expertos advierten de la importancia de adquirir una buena técnica antes de lanzarse para evitar lesiones.
Miguel Ángel Rodríguez, director de salud de Zagros Sports La Moraleja, explica que al correr descalzo, nos hacemos más conscientes de la zancada, pues estamos también más pendientes del terreno que pisamos. Y aconseja: dar zancadas más cortas, apoyando primero la parte delantera del pie; empezar en zonas de césped natural o artificial (con más cuidado porque puede producir abrasiones) o en la arena dura de playa; no ponerse un reto inicial superior a un kilómetro de distancia.
Así que, visto lo visto, y ya que por la calle sin entrenamiento no es muy recomendable, desterremos para siempre las zapatillas de andar por casa y disfrutemos de la libertad de nuestros pies desnudos (o con calcetines, si hace frío). Por una vez, las madres no tenían toda la razón.
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