28/06/2016/
La periodista Loveday Morris asegura que la prisión es «una ventana desgarradora al dominio brutal de la ley que rigió antes de que Faluya fuera recuperada». «Un atisbo de su régimen de ejecuciones, flagelaciones y torturas».
«Desde el exterior, no hay mucho que destaque más que tres casas vecinas en esta calle residencial de la ciudad iraquí de Faluya. Una es más grande que el resto, con dos altas columnas a la entrada. Las otras son modestas y de color beige», narra la columnista Loveday Morris, jefa de la oficina en Bagdad de ‘The Washington Post’, que visitó el terrible lugar.
Es la descripción de una de las prisiones improvisadas utilizada por los militantes del Estado Islámico «para impartir sus arcaicos castigos» que las Fuerzas de Irak hallaron tras liberar esta ciudad que había estado bajo el control de la organización terrorista durante los últimos dos años y medio.
«Proporciona una ventana desgarradora al dominio brutal de la ley que rigió aquí antes de que la ciudad fuera recuperada, un atisbo de su régimen de ejecuciones, flagelaciones y torturas», añade Morris.
«Sientes el aliento de los prisioneros»
«Se puede sentir el aliento de los prisioneros dentro», afirma el coronel Haitham Ghazi, un oficial de inteligencia de la división de respuesta de emergencia de la Policía de Irak, mientras señala una puerta de barrotes en uno de los edificios más pequeños.
«La habitación es sofocante, todavía está cargada con el olor rancio del sudor de los que fueron encarcelados aquí», describe la columnista. Morris señala que las ventanas de la casa están cubiertas con láminas de metal: «La poca luz que se filtra arroja resplandor sobre decenas de retales atados en las alfombras: sábanas, cortinas y restos de ropa unidos para hacer almohadas». El hecho de que sean decenas da una indicación de la cantidad de presos aproximada que estuvieron encerrados en esa cárcel. El pasillo exterior ardió.
«Subiendo por una escalera de hierro forjado en espiral hay habitaciones que todavía contienen ropa y otras posesiones de la familia que una vez vivió aquí, pertenencias arrojadas por el suelo y camas», relata la columnista.
«No tienen humanidad»
Morris explica que existe un agujero en una pared exterior del jardín que conduce a un edificio de mayor tamaño y permite a los carceleros pasar de casa en casa sin aventurarse en la calle, y evitar así ser vistos desde el aire. Además, varias habitaciones han sido unidas a través de agujeros para crear una enorme sala de detención.
«La tercera de las casas parece haber sido utilizada para los peores castigos: la incomunicación y la tortura. Una gruesa cadena de metal negro con un gancho en el extremo cuelga en el hueco de la escalera. Tiene un torno adjunto», describe la periodista.
«Los colgaban aquí de las piernas y los golpeaban», explica Ghazi. «Lo peor está por venir. No tienen humanidad», sentencia.
Salas de aislamiento
Las cuchillas penetraron en su garganta en un acto final de barbarie
Las habitaciones del piso superior estaban destinadas a ser celdas de aislamiento. En una de ellas hay cinco habitáculos de un metro de profundidad y medio metro de ancho, con puertas y paredes de metal sólido y pequeños agujeros en la parte superior para la ventilación. «¿Cómo podían siquiera respirar con este calor?», se pregunta Ghazi.
Algunos de los prisioneros fueron ejecutados ante el avance iraquí. «En la escuela que hay a través de la calle, sus cadáveres no son difíciles de encontrar por el olor a carne podrida. En un pequeño patio, yacían en un agujero en el suelo. Hay por lo menos siete cuerpos», indica Ghazi, añadiendo que puede haber otros lugares de ejecución en las cercanías de la prisión.
Los cadáveres, de piel ennegrecida, se encuentran en avanzado estado de descomposición por el calor y tienen vendas que les cubren los ojos. Uno de los cuerpos, el de un hombre, tiene las fosas nasales dilatadas y un par de mangos de tijeras sobresalen de su boca abierta. «Las cuchillas penetraron en su garganta en un acto final de barbarie por parte de los carceleros antes de abandonar el edificio», sentencia Morris.
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