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Su nuevo compañero de trabajo puede ser un robot

12/07/2016/Cinco Días

En Las uvas de la ira, los Joad abandonan la deprimida Oklahoma de los años treinta para buscar en California un futuro mejor. John Steinbeck describe de forma magistral los profundos cambios sociales que vivió EE UU tras el crac del 29, a través de la historia de una familia de campesinos que se ve obligada a emigrar cuando la irrupción de los tractores acaba de un plumazo con miles de empleos. En la misma California a la que huyeron, hoy hay parejas de robots que recolectan almendras: uno sacude los árboles y el otro recoge los frutos del suelo. Una empresa de San Diego está desarrollando un pulpo robot capaz de recolectar naranjas de los árboles. En Japón ya se ha presentado una máquina capaz de seleccionar fresas maduras gracias a la detección de cambios sutiles en la coloración de la fruta. Y de la fumigación ya hace años que se encargan los drones, aunque todavía no son autónomos.

Hay software que ya hace la tarea de contables, auditores o ingenieros por unos 8.000 euros

Esta nueva mecanización de la agricultura no está siendo tan traumática como la narrada por Steinbeck, en tanto que en 2000 solo el 2% de la fuerza laboral estadounidense se dedicaba a estas tareas. La cuestión es qué pasará cuando los robots entren en masa en el sector servicios. Porque, tras conquistar las fábricas e invadir los campos, el siguiente paso es llegar a las oficinas.

“La barrera que marca qué trabajos puede y no puede realizar un robot ya no es su carácter rutinario, sino la predictibilidad. Por compleja que sea la actividad que realiza un profesional, si esta se debe llevar a cabo siguiendo un orden determinado es muy probable que algún día surja un algoritmo capaz de realizarlo de forma completa o parcial”, advierte Martin Ford en su libro El auge de los robots (Paidós).

En el Foro Económico Mundial de este año ya se avanzó que la llamada revolución industrial 4.0, la de la automatización, destruirá cinco millones de empleos para 2020 solo en los países más industrializados del mundo. Ford no es tan optimista. Este escritor e informático de Silicon Valley no apunta solo a recepcionistas, tenderos o camareros, que serán los primeros en caer. También opina que abogados, contables o ingenieros podrían perder su empleo dentro de no demasiado. “Adquirir más capacidades o más títulos académicos no nos protege necesariamente de la automatización del trabajo”, escribe. Por ejemplo, la radiología es una especialidad médica basada en la interpretación de imágenes clínicas. “Los ordenadores son cada día mejores analizando esas imágenes. Es muy fácil imaginar que un día no muy lejano la radiología será un trabajo realizado casi exclusivamente por máquinas”, sentencia.

Un desafío más para la economía

El impacto de la imparable transición hacia la robotización plantea retos sistémicos, advierte Ford en su libro. “Si la remuneración de los trabajadores cae en picado no habrá suficientes consumidores para sostener el desarrollo de la economía”, asegura. Hay quien sostiene que acabar con los empleos de baja cualificación es positivo, ya que obliga a especializarse. “Ese supuesto parte de que la economía será capaz de seguir generando nuevos empleos más cualificados”, opina Ford. “La base de esa presunción es cada vez más endeble”.

La consultora española Cumbria se dedica, entre otras cosas, a evaluar el potencial de robotización de distintos negocios. “El 99% de los procesos de los call centers los pueden llevar a cabo robots, el 94% en el caso de los departamentos de recursos humanos”, explica Vicente Lage, presidente de la citada firma. Hay programas que pueden realizar todos los días revisiones de cuentas, conciliaciones de saldos y otras tareas relacionadas con la contabilidad. Las auditoras, acostumbradas a trabajar con muestreos, han acogido de brazos abiertos la posibilidad de poder examinar el 100% de las operaciones gracias a la robotización, explica Lage. También hay software capaz de hacer análisis de riesgos financieros, “aunque es cierto que la máquina no puede comentar sus resultados con colegas y ponderar su decisión”, matiza.

Ya están aquí

Banca, seguros, energía, telecomunicaciones e industria son otros sectores que ya están apostando por programas a medida para realizar determinadas tareas. Eficiencia, disponibilidad de 24 horas y confidencialidad son algunas de las ventajas de los robots. Aunque la principal es el coste: “Nuestros programas más complejos cuestan unos 8.000 euros, mientras que el coste laboral de un empleado de back office es de al menos 25.000 al año”, ilustra Lage.

La robotización de las oficinas provocará cambios mucho más profundos de lo que esperamos. Y lo hará pronto. “La cruda realidad es que la gran mayoría de la gente estudiará una carrera, se especializará y aprenderá idiomas para buscar trabajo estable y, sin embargo, no lo encontrará”, augura Ford en su libro. Si sus previsiones son ciertas, la experiencia de los Joad en Las uvas de la ira pronto nos resultará familiar.

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