18/09/2016/Venezuela Tuya/LR
Nace en Caracas el 10 de mayo de 1889 y muere en Caracas el 18 septiembre de 1954. Artista y pintor, la obra de Armando Reverón, realizada en gran parte en el Litoral Central de Venezuela, capta y transmite toda la luminosidad del trópico.
Asimismo, Reverón fue miembro sobresaliente de la Academia de Bellas Artes, junto a figuras de la talla de Manuel Cabré, Antonio Edmundo Monsanto y César Prieto. En cuanto a su infancia, se sabe por testimonios de la época, que a los pocos años de haber nacido en Caracas fue dado en crianza por su madre a un matrimonio de Valencia, los Rodríguez Zocca, quienes se ocuparon de su primera educación. Su tío-abuelo materno, Ricardo Montilla, quien había estudiado pintura en Nueva York, fue la persona que contribuyó de manera definitiva a despertar su vocación artística. En 1904, vive con su madre en Caracas y en 1908, se inscribe en la Academia de Bellas Artes, donde tiene como profesores a Antonio Herrera Toro, Emilio Mauri y Pedro Zerpa.
Su rendimiento le valió la recomendación de sus profesores para obtener, al finalizar el curso de 1911, una pensión de estudios en Europa. Este mismo año, viaja a España y se dirige a Barcelona, donde ingresa a la Escuela de Artes y Oficios. En 1912, hace un breve retorno a Caracas; de nuevo en España, entra a la Academia de San Fernando en Madrid. De acuerdo con algunos estudiosos de su vida y obra, la capital española dejó una profunda huella en su espíritu; siendo cautivado además por el universo de Francisco Goya. Más tarde, recordará su paso por el taller de Moreno Carbonero, pintor un tanto extravagante, maestro de Salvador Dalí. Regresa a Venezuela a mediados de 1915. Ya en Caracas, retoma su trabajo mientras asiste a las sesiones del exclusivo Círculo de Bellas Artes. Aunque estaba ausente de Caracas para el momento de la creación del Círculo, los fundadores de éste le consideraban como uno de los suyos. En 1916, Reverón pinta al aire libre sus primeros paisajes resueltos dentro de una tonalidad azul. Poco después se traslada a La Guaira donde vive de dar clases privadas de dibujo y pintura.
Allí conoce en el carnaval de 1918 Juanita Mota, quien sería su modelo e inseparable compañera. También en La Guaira, se encuentra al pintor de origen ruso Nicolás Ferdinandov, a quien había conocido en Caracas el año anterior. Durante este tiempo Reverón visita con frecuencia el rancho de pescadores que el pintor ruso ocupaba en Punta de Mulatos. Siguiendo los consejos de Ferdinandov, Reverón decide instalarse en el litoral, iniciando con esto una nueva etapa en su vida y en su obra. Para 1921, vive en un rancho de la playa, en el sector de Las Quince Letras.
Poco tiempo después se muda y comienza a construir, un poco al sur, el castillete que le serviría de morada para el resto de su vida. Esta decisión coincidió también con un cambio de conducta y por supuesto, una transformación de sus conceptos artísticos. En este período, al adoptar hábitos primitivos y desvinculado de la ciudad, Reverón pudo desarrollar una percepción más profunda de la naturaleza y esto lo llevó a emplear un método de pintar, así como a adoptar procedimientos y materiales que se adecuaban a su afán de representar la atmósfera del paisaje bajo efectos del deslumbramiento producido por la luz directa del sol. Además, creó valores cromáticos e ideó nuevos soportes, utilizando elementos autóctonos. Entró así a lo que el crítico Alfredo Boulton llamó su “Época Blanca”, ubicada aproximadamente entre 1924 y 1932. En 1933, se le hizo un primer reconocimiento, al realizarse una exposición de su obra en el Ateneo de Caracas, que luego fue presentada en la galería Katia Granoff de París. A comienzos de 1940, inició su “período sepia”, al que correspondería un conjunto de lienzos pintados en el litoral y en puerto de La Guaira y en donde los tonos marrones del soporte de coleto constituyen el valor cromático dominante de la composición; paisajes de mar y tierra donde destacan las marinas del playón, a los que siguió un período depresivo tras sufrir el artista una crisis psicótica que obligó a su reclusión en el sanatorio San Jorge, de José María Finol.
Recuperado, no volvió a pintar como antes. A partir de este momento, se refugió en un universo mágico que, en torno a objetos y muñecas creados por él, dio origen a la última y delirante etapa expresionista de su obra; etapa figurativa caracterizada por el empleo de materiales tales como tizas, creyones y por una fantasía teatral que se tornaba más y más incontrolable pero que, a través de un dibujo que aspiraba a la corrección académica, buscaba restituir el equilibrio emocional de Reverón.
La última de sus crisis tiene lugar en 1953, siendo internado nuevamente en la clínica de Báez Finol, el mismo año en que le era conferido el Premio Nacional de Pintura. Confortado por este tardío estímulo, trabajaba con ahínco para una exposición que había anunciado el Museo de Bellas Artes, cuando le sobrevino la muerte mientras se encontraba en el sanatorio San Jorge.
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